Mohammed Alí Seineldín. El Ultra.

Conocido coloquialmente entre sus compañeros de armas como “Turco”, Mohammed Alí Seineldín nació en Concepción del Uruguay (Entre Ríos, Argentina) el 12 de noviembre de 1933. Criado en el seno de una familia de emigrantes de origen árabe que practicaba la religión drusa, Seineldín se convirtió al catolicismo, consagrándose a la Virgen del Rosario siendo muy joven, y cuando se trasladó con su familia a la localidad de Concordia inició su carrera militar.

Inicios y ascensos en el escalafón castrense.

En 1957 terminó sus estudios en el Colegio Militar de la Nación de Argentina con el grado de Subteniente, para pasar a la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral”, y terminar dirigiendo una compañía de paracaidistas en la provincia argentina de Catamarca. Obtuvo el título de Oficial de Estado Mayor tras superar los cursos de la Escuela Superior de Guerra, y participó en los combates contra los guerrilleros de izquierda del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en la provincia de Tucumán. Católico radical, casi fanático, y nacionalista sin cortapisas, su fuerte carácter y explosiva personalidad comenzaron a dar la cara con un incidente por mostrar su disconformidad con un cambio de un superior, lo que le supuso el revelo en sus funciones de la Escuela de Infantería en 1975.

Tras el golpe de estado de marzo de 1976, y el inicio del Proceso de Reorganización Nacional impulsado por la Junta General que gobernaría Argentina con mano de hierro durante 7 años, Seineldín no tardó en mostrar su disconformidad con los planteamientos políticos de dicha Junta. Él se consideraba un nacionalista orgulloso, seguidor del Justicialismo instaurado por el General Perón treinta años antes, y cercano por tanto a las tesis del Partido Justicialista más paternalista y conservador. Los militares en el poder se cebaron con los peronistas de izquierda, a los que persiguieron con ahínco al considerarlos enemigos naturales, pero también llevaron a cabo políticas económicas neoliberales y aperturistas que no eran del agrado de muchos compañeros de armas como Seineldín.

La Junta Militar, presidida por el General Videla, encontró una buena oportunidad en 1978 para deshacerse del ya Coronel cuando la tensión entre Argentina y Chile por cuestiones fronterizas se hizo casi insoportable, y le envió a Patagonia, a miles de kilómetros de Buenos Aires, para prestar sus servicios. La notable superioridad militar chilena, y por ende, la precariedad de medios humanos y materiales del Ejército argentino fue denunciada en numerosas ocasiones en este período por muchos militares, entre ellos el propio Seineldín. El conflicto quedó en nada, afortunadamente, pero la decrepitud de la Dictadura tenía reservada una desagradable sorpresa para poco tiempo después.

En 1981 Seineldín fue nombrado Jefe del Regimiento nº25 de Infantería con sede en la ciudad de Sarmiento, provincia sureña argentina de Chubut. En esa provincia fue reconocido por sus subordinados militares y la población civil por su eficiente labor en el puesto de mando. Meses más tarde, ahora sí, fue movilizado para combatir en Malvinas.

La Guerra. Héroe Seineldín.

El 2 de abril de 1982 una fuerza de élite del Ejército argentino desembarcó en las Islas Malvinas, cuya soberanía pertenece al Reino Unido, y tomó la capital, Puerto Argentino (Port Stanley para los británicos) mientras otras unidades, encabezadas por el siniestro Capitán de Fragata Alfredo Astiz, tomaban las Islas Georgias del Sur. La respuesta británica fue contundente pero lenta, a la espera de una solución negociada con la mediación de Estados Unidos. El hundimiento del buque de la Armada Argentina “General Belgrano” por parte de los británicos rompió toda posibilidad de final consensuado al conflicto, y la maquinaria de guerra se puso en marcha.

La aviación argentina mantuvo a raya a parte de la flota británica durante semanas, haciéndole sufrir importantes daños y pérdidas humanas (como sucedió con el hundimiento del “Sheffield” a manos de un avión de guerra “Mirage” argentino). Sin embargo, no pudo impedir el desembarco británico, momento en el que los analistas de la época situaban el fin de la contienda. Sin embargo, la sorpresa desagradable que se llevó el Estado Mayor británico fue mayúscula al recibir noticias de una feroz resistencia de la infantería argentina en suelo isleño.

Los hombres de Seineldín protagonizaron buena parte de las mejores acciones de guerra durante esos días, casi sin suministros, ateridos por el frío del otoño tardío del Cono Sur, y con armamento anticuado en comparación con el enemigo, mostraron una tenaz resistencia inesperada por los británicos, quienes se vieron obligados antes las bajas sufridas a utilizar grandes dosis de artillería y a su temible tropa de Gurkas. Los subordinados de Seineldín, en su mayoría soldados de reemplazo que tuvieron la mala suerte de ser llamados a filas para cumplir el servicio militar obligatorio antes de la contienda, coincidieron en señalar la actitud heroíca de su superior, que compartió con ellos la dureza de las trincheras en los días previos a la rendición definitiva, acaecida el 14 de junio de 1982. La derrota supuso un trauma para toda la sociedad argentina, la caída del régimen militar, y un sentimiento de amargura en el Teniente Coronel “Turco”, no solo por la derrota en sí, sino por el sentimiento de rechazo y abandono que dijo sentir -por él mismo y por sus subordinados- de parte de la sociedad de su país.

El soldado en democracia.

Seineldín consideró que la derrota en Malvinas fue provocada por la ineptitud de los dirigentes de la Junta Militar (presidida entonces por el General Galtieri), que se embarcaron en una aventura de la que luego no supieron cómo salir, y que no estuvieron jamás a la altura de la valentía y la honra que había demostrado el Ejército argentino, con sus cerca de 700 bajas al frente, en los campos de batalla. Mantener el honor de su familia castrense era ahora su principal objetivo, por eso se sintió sumamente molesto, no tanto con los Juicios a la Junta Militar por crímenes de lesa humanidad, sino con los procesos abiertos a militares de bajo rango, y al creciente desprestigio de la Institución Armada, de la que hacía directamente responsable a sectores de la sociedad argentina afines a la nueva democracia representada por Alfonsín, que según el propio Seineldín, menospreciaban el sacrificio de los soldados en Malvinas.

Entonces hizo suyo buena parte del discurso reaccionario contrario a la nueva democracia, sobre todo al Gobierno de la Unión Cívica Radical, y comenzó a promover actos de desacato a la autoridad civil. Fue enviado entonces como agregado militar a la Embajada de Argentina en Panamá durante dos años, aunque su estancia en el extranjero no apaciguó sus ánimos golpistas. Su nombre fue utilizado por Aldo Rico en sus alzamientos “carapintadas” (tres, entre la Semana Santa de 1987 y diciembre de 1988) contra el Ejecutivo de Alfonsín. Las presiones militares no lograron una regresión en la democracia, pero sí que los procesos contra los militares de bajo rango por crímenes durante la Dictadura se redujeran notablemente. El chantaje golpista no se ceñía exclusivamente a un acto de solidaridad con los compañeros de armas acusados por torturar o asesinar, sino también servían para mostrar a la sociedad argentina una serie de reivindicaciones laborales para el sector, y solicitar menos injerencias políticas en los asuntos militares.

A pesar de las concesiones, Seineldín no ocultaba su posición como “líder espiritual” de los sediciosos, además de ser un mito viviente para muchos de ellos, mantenía una muy profunda relación con el líder de la oposición política de entonces, el peronista Carlos Saúl Menem, quien aprovechó hábilmente la situación de tensión para obligar a Alfonsín a ceder el poder mediante elecciones antes de lo previsto. En julio de 1989, el “amigo” de Seineldín ya estaba en el poder.

El 3 de diciembre de 1990. La batalla de Boulogne.

Mucho se ha especulado acerca de los compromisos personales que Menem podría tener con el Teniente Coronel (políticos y personales) para que fuera su apoyo durante la campaña electoral de 1989, pero de hondo calado tendrían que ser para que sus supuestos incumplimientos provocaran que esta vez sí, Seineldín se pusiera al frente de un alzamiento militar en toda regla.

El 3 de diciembre de 1990 un grupo de soldados rebeldes tomó en una acción sorpresiva y audaz el Regimiento I de Patricios en el barrio porteño de Palermo, el Edificio Libertador, sede del Estado Mayor del Ejército también en la capital, y el cuartel El Palomar en la provincia de Buenos Aires. Otro grupo, liderado por el Coronel Jorge Alberto Romero Mundani, antiguo subordinado de Seineldín en Malvinas, se dirigió a tomar el TAM (Tanques Argentinos Medianos), fábrica de vehículos blindados situada en la bonaerense localidad de Boulogne.

Las reivindicaciones de los sublevados se resumían en denunciar la política neoliberal llevada a cabo por Menem en su primer año de mandato, que según los golpistas, estaba desmantelando al Ejército y a la identidad nacional, traicionando los principios e ideales del peronismo a favor de intereses externos. La reacción del gobierno fue durísima, al contrario de lo sucedido en las intentonas anteriores, cuando la resolución de los conflictos llegó por la vía del diálogo, Menem ordenó al General Martín Balza que reprimiera el golpe con todas las fuerzas disponibles, decretando el estado de sitio por un período de 60 días.

Seineldín se rindió al día siguiente después de intensos tiroteos entre leales y rebeldes en las zonas tomadas por los sublevados. Pero el episodio más sangriento se produjo cerca de la fábrica TAM, cuando los combates entre los hombres del Coronel Romero Mundani y los de Martín Balza alcanzaron un grado de virulencia tal que el Gobierno ordenó a los habitantes de la zona que no saliesen a la calle. Tras un intento de huída fracasado, Romero Mundani intentó abandonar la fábrica con 10 tanques rumbo a la carretera Panamericana -una arteria de comunicación perfecta para dejar la zona con rapidez- dirección norte; en el alocado intento de escape, uno de los tanques arrolló a un autobús urbano de pasajeros que cubría la línea 60, murieron 5 personas y otras 20 resultaron heridas. Cuando se produjo el choque, los rebeldes ya se habían rendido, y Seineldín se entregaba en el destacamento de San Martín de los Andes, desde donde dirigía el golpe. El Coronel Romero Mundani, por su parte, ordenó situar el tanque en el que viajaba a un costado de la carretera, y se suicidó pegándose un tiro en la boca.

Días después, Menem firmó los indultos a los principales líderes de la Junta Militar, que estaban condenados por cometer crímenes de lesa humanidad entre 1977 y 1983.

Seineldín el preso.

Sometido a Juicio Militar, el Teniente Coronel “Turco” asumió toda la responsabilidad por los 14 muertos y 350 heridos provocados por el golpe que él dirigió. Fue condenado a muerte después de hacer su famoso alegato llamado “El Nuevo Orden Mundial”, en el que lleva a cabo una feroz crítica al neoliberalismo, a las injerencias de Estados Unidos en Lationamérica, a la Junta Militar que destruyó el país entre 1976 y 1983, y hacer una encendida defensa de su concepto de patria y de su religiosidad. La pena capital fue conmutada por reclusión perpetua, condena que cumplió en varios centros penitenciarios, aunque los pedidos para su liberación no se hicieron esperar.

Conforme la política de Menem fue perdiendo fuelle y apoyo popular, aumentaron las peticiones de indulto, que el menemismo ignoró, a pesar de que éstas se hicieron muy ostensibles, sobre todo en concentraciones capitalizadas por la extrema derecha argentina, y en las gradas de varios estadios de fútbol. Reconocido fanático de Boca Juniors, Seineldín recibió el apoyo de la barra brava boquense en varias ocasiones, así como también la del club Nueva Chicago, además el grupo de Rock ultranacionalista “Almafuerte” le dedicó el tema “Cumpliendo mi destino”…. Finalmente, fue indultado por su amigo Eduardo Duhalde (que alcanzó el poder por sorpresa tras el caos de diciembre de 2001) en mayo de 2003. Tras su liberación, sus apariciones públicas fueron escasas, aunque mantenía frecuentes reuniones con antiguos subordinados veteranos de Malvinas, a los que seguía proclamado su adhesión inquebrantable, así como su rechazo al Fondo Monetario Internacional, al imperialismo político y económico de Estados Unidos, y a la pérdida de lo que consideraba como “identidad nacional”.

Dedicado a una empresa privada de seguridad, y a una ONG llamada “Cuerpo y Alma”, dedicada a atender necesidades sanitarias de personas pobres en las provincias menos desarrolladas de Argentina, falleció de un paro cardíaco el 2 de septiembre de 2009.

Aunque sus ideas han sido, y son, utilizadas principalmente por la extrema derecha argentina, la figura de Seineldín también es reivindicada por la izquierda peronista como el único militar argentino de alta graduación que se opuso al Proceso de Reorganización Nacional. Otros lo ven sin embargo como un mero fanático antidemócrata trasnochado, que quiso hacer partícipe de su propio dolor y amargura por la derrota en Malvinas a toda la sociedad que le rodeaba, pero a su manera…..