El último partido de Jacobo Urso...

“El 6 de agosto de 1922 , a las 18.15 horas, partió de este mundo el jugador, el hombre, y a la vez nació y se transformó en inmortal el mito de un deportista que entregó todo por la camiseta que defendió, y que en cotejos de hacha y tiza fue capaz de entregar su propia vida”.

Así comienza el escritor e historiador Adolfo Res un capítulo de su libro titulado “El Glorioso San Lorenzo, 100 años del más ganador del deporte argentino”, dedicado a la memoria de Jacobo Urso, jugador de la era amateur fallecido tras sufrir un fuerte golpe durante la celebración de un partido entre San Lorenzo y Estudiantes de Palermo, jugado el 30 de julio de 1922.


Jacobo Urso nació el 17 de abril de 1899 en la localidad bonaerense de Dolores. Hijo de inmigrantes italianos, compartió la humildad de su vivienda con sus otros 11 hermanos en su infancia. A los 15 años pasó a formar parte del equipo de sexta división del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, dando un salto de tres categorías en tan solo un año de pertenencia a la entidad de Almagro y Boedo, para pasar poco después a la intermedia para estar a disposición del equipo grande.

Tuvo el honor de formar parte de la alineación inicial que inauguró el Viejo Gasómetro de Avenida La Plata ante Estudiantes de La Plata (2-1 para el local) en 1916, aunque el año de su eclosión fue 1919, cuando se afianzó en la media del equipo cuervo para ser llamado a la Selección Argentina de la Asociación Amateur de ese país. En esa temporada Urso fue uno de los más destacados del torneo argentino, y fue galardonado por la prensa especializada en varias ocasiones por sus excelentes actuaciones, en especial en los partidos ante River Plate e Independiente de ese año.


Reconocido seguidor fanático de su club de toda la vida, Urso fue testigo directo del crecimiento de San Lorenzo como club deportivo y social en sus años de pertenencia al mismo, con la compra del terreno para la construcción del estadio, el nacimiento del mismo y del resto de instalaciones aledañas, así como también el incremento imparable de personas asociadas. Sin embargo, el joven jugador tenía la obsesión reconocida de salir campeón con el primer equipo amateur en el torneo local, algo inédito en la historia del también joven club de Boedo.

La temporada 1922 se presentaba disputada, como siempre, aunque San Lorenzo se había quedado descolgado de los primeros lugares cuando recibía en su predio de las porteñas calles de Dorrego, Alcorta y Figueroa a Estudiantes de Palermo, en la fría pero soleada tarde del 30 de julio de 1922. El choque, según relata Res, fue duro y áspero, con frecuentes encontronazos entre jugadores y apenas ocasiones de gol. En uno de los lances, con el marcador igualado a cero, Urso chocó en la disputa de un balón dividido con los jugadores rivales Comoli y Van Kammenade, resultado lesionado de consideración el joven medio azulgrana.


En una época en la que no se podían hacer cambios durante el juego, Urso, a pesar de sufrir fuertes dolores en un costado, decidió seguir jugando a pesar de los reclamos de sus compañeros y entrenador, algunas crónicas de la época aseguran que pidió un pañuelo para llevárselo a la boca y morderlo para aguantar mejor el dolor. Tras finalizar el partido 1-0 a favor de San Lorenzo, Jacobo Urso sufrió un desvanecimiento y fue llevado rápidamente al Hospital de Ramos Mejía, el pañuelo que había llevado en la boca en los últimos minutos del partido estaba empapado en sangre.

El diagnóstico fue dramático, había sufrido la rotura de una costilla que le había perforado un riñón, que estaba destrozado. Fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas urgentes para tratar de extraerle el órgano afectado, pero ambas fueron infructuosas. Su agonía duró 7 días.
En su lecho de muerte, acompañado por su prometida de 17 años, María Cataldi, con la que tenía previsto contraer matrimonio meses después, Urso recibió muestras de cariño y solidaridad por parte de todo el mundo del fútbol argentino de la época. El 3 de agosto recibió a un periodista del diario “El Telégrafo” al que dijo. “No lo lamento por mí, sino por mi club que necesita de mis esfuerzos para escalar los puestos que faltan para colocar a San Lorenzo en la cabeza del campeonato, con las tribunas que hemos construido San Lorenzo es el mejor club de Buenos Aires”. Tres días después fallecía dejando en un dolor inconsolable a la familia por la que se desvivía, a su adolescente prometida, y a todo el sanlorencismo.

Fue velado en su domicilio de la calle Beauchef al 811, y enterrado en el Cementerio de Chacarita acompañado por una comitiva de más de 7.000 personas. Previamente, se llevó a cabo una parada en el campo de juego de San Lorenzo, donde la Selección checoslovaca de fútbol, que estaba de gira por Argentina en esos días, lo llevó a hombros dando una última vuelta de honor.


Tan solo un año después, en 1923, San Lorenzo se proclamaría campeón argentino amateur por primera vez en su historia.

Recientemente, un comentario desafortunado emitido presuntamente por un hincha coetáneo de Jacobo Urso, aunque no cercano ni a él ni a su círculo, puso en duda la auténtica naturaleza de la lesión que le provocó la muerte al joven jugador. Este hincha, nonagenario en el momento de decir lo que dijo, afirmó que Urso, después del partido ni se desmayó ni fue llevado al hospital, sino que se “fue a tomar una cervezas” con los amigos y compañeros. Adolfo Res, en el libro citado anteriormente refuta esta versión apelando a las crónicas periodísticas de la época.

Actualmente, la Subcomisión del Hincha del Club Atlético San Lorenzo de Almagro “Domingo Vaccaro” mantiene la entrega anual de los premios “Jacobo Urso” para los deportistas de la institución cuerva que más se hayan esforzado en cada disciplina, desde el año 2006. Además, el Museo de San Lorenzo, sito en la planta noble del estadio Pedro Bidegain, en la Ciudad Deportiva sanlorencista del Bajo Flores de Buenos Aires, lleva el nombre del que es considerado ya como prócer de la historia del club.


“Elegíacos”:

Aciagos están los días donde jugaba este bizarro footballer, que sin suerte, mientras por sus colores luchando estaba, cayó herido fatalmente de muerte.

Ha caído como si cayérase un lampo a varios metros de su anhelada valla, halló la parca nefaria sobre el campo como el soldado se encuentra en la batalla.

Y herido ya de muerte, aún tesonero defendía en la estepa, ansioso el prestigio del club como jugador, como guerrero del football fue un héroe de asaz y prodigio.

Yo me inclino ante la huesa del ser caído y descubro mi cabeza y reverente saludo al preclaro jugador que se ha ido a vivir en la historia eternamente”.

Domingo Ferraro, 6 de agosto de 1922.