Cuando Raúl Alfonsín nació en la pequeña ciudad bonaerense de Chascomús el 12 de marzo de 1927, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro estaba cerca de proclamarse campeón del Torneo Amateur de Fútbol Argentino por tercera vez en su historia; gobernaba en el país Marcelo Torcuato de Alvear, radical antipersonalista artífice del nacimiento de empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), y las riadas de emigrantes provenientes de diversos lugares de Europa llenaban las inmensas avenidas de una Buenos Aires próspera y esplendorosa.
Hijo primogénito de Raúl Serafín Alfonsín y Ana María Foulkes, el pequeño Alfonsín presumía de sus orígenes gallego y alemán por parte de padre, y galés por parte de madre. Estudió en el Liceo Militar General San Martín, donde se graduó como subteniente de reserva, para después pasar a la Universidad de Buenos Aires y obtener su licenciatura en Derecho en 1950. Un año antes se casó con su inseparable María Lorenza Barrenechea, con la que tuvo 6 hijos, su fiel compañera fue el bastón sobre el que Alfonsín se apoyó durante toda su carrera política.
Sus inicios en política.
Carrera política fulgurante iniciada en 1950 en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la Unión Cívica Radical, fue elegido concejal en su pueblo natal en 1954, y tras ser encarcelado un año después durante la Revolución Libertadora, tuvo que esperar hasta 1958 para ser elegido diputado provincial electo por la Provincia de Buenos Aires. Entre 1963 y 1966, durante el gobierno de Arturo Illia –radical como él- fue vicepresidente del Bloque de Diputados Nacionales de la UCR-Pueblo, y tras la llegada del militar Onganía al poder fue de nuevo detenido por breve tiempo.
Desde entonces, y hasta 1973, Alfonsín creó una corriente socialdemócrata dentro de la UCR con el objetivo de atraer a sectores jóvenes de izquierdas dentro de su bloque político, opuestos a la dictadura militar, y que deseaban elecciones sin cortapisas en las que pudieran participar también los peronistas (enemigos acérrimos de los militares en el poder, sobre todo el ala izquierdista de esa tendencia política). Tras los comicios de 1973, la UCR cae derrotada ante el regreso de Juan Domingo Perón y el arrastre de voto popular de los peronistas de izquierda, Alfonsín entonces pone en marcha el Movimiento de Renovación y Cambio, con un programa de izquierda socialdemócrata enfrentado al peronismo gobernante, y a parte de la propia UCR.
Dictadura Militar y Derechos Humanos. No a la Guerra de las Malvinas.
En 1975 Alfonsín participó en la creación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos –en ese tiempo, los ataques de la ultraizquierda montonera y el terrorismo de estado perpetrado por la viuda de Perón y la terrorífica Triple A estaban a la orden del día-, asamblea que estuvo a punto de desaparecer con la llegada de nuevo de los militares al poder en marzo de 1976. El llamado Proceso de Reorganización Nacional 1976-1983 respetó en principio a Alfonsín, pero puso enormes trabas a su trabajo en la APDH y en la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparecidos). Ambos organismos fueron los primeros receptores de las denuncias iniciales de las Madres de Plaza de Mayo a finales de los años 70. Su negativa a apoyar la guerra contra el Reino Unido por las Islas Malvinas (abril-junio de 1982) le otorgó prestigio una vez que se confirmó la derrota argentina y el alto coste en vidas humanas que supuso esa locura. Los militares estaban asediados por las denuncias de crímenes de lesa humanidad, y agotados tras una campaña bélica sin sentido, había llegado el tiempo del regreso de la democracia.
Presidente Alfonsín.
El 30 de octubre de 1983, la UCR con Alfonsín como candidato arrasó en las elecciones presidenciales, tras una intensa campaña llena de gestos para la historia –como el mítin en el mítico Luna Park de Buenos Aires repleto hasta la bandera, que colapsó las calles aledañas-, la candidatura alfonsinista consiguió el 51% de los votos, por el 40% de los peronistas. Se iniciaba así una etapa apasionante, pero llena de dificultades.
Alfonsín puso en marcha planes de alfabetización, de lucha contra el hambre y la pobreza extrema en las provincias más atrasadas –Plan Alimentario Nacional-, de democratización sindical, y otras tantas políticas sociales que se vieron mermadas por la brutal inflación heredada de la locura neoliberal militar, que obligó a poner en marcha el conocido como Plan Austral, que si bien tuvo éxito al principio, fue perdiendo fuelle hasta mostrarse incapaz de resolver el problema, provocando a posteriori la derrota de la UCR en 1989.
En política exterior, el Tratado de Paz y Amistad con Chile fue el hito más importante conseguido por el mandatario radical –ambos países estuvieron muy cerca de terminar en un conflicto armado por cuestiones territoriales pocos años antes-, amén de su acercamiento con otras democracias latinoamericanas, Estados Unidos y sobre todo España. Fruto de las buenas relaciones con otros estados hispanoamericanos, surgieron, con dispar suerte, los conocidos como “Grupo de Cartagena”, “Grupo Contadora” y “Grupo de Apoyo a Contadora”, que tenían como objetivo crear un “club de deudores” destinados a trabajar en común para paliar la monstruosa deuda externa que estrangulaba las economías de los países del Cono Sur.
La cuestión militar.
En 1983 Alfonsín sancionó dos decretos por los cuáles ordenaba investigar los crímenes de los guerrilleros de ultraizquierda (ERP y Montoneros) y de las tres Juntas Militares que aterrorizaron el país entre 1976 y 1983. En 1984, como presidente, Alfonsín recibió de manos de Ernesto Sábato el informe “Nunca Más” de la CONADEP sobre los crímenes de la última dictadura militar, y sería precisamente tras los juicios celebrados en 1985, cuando el Ejército comenzaría a dar muestras de insubordinación al poder civil. En la Semana Santa de 1987, el joven oficial Aldo Rico se rebeló con sus hombres en acuartelamiento de Campo de Mayo, contando con el apoyo de gran parte de los militares, alentados por el mítico Mohammed Ali Seineldín, héroe de guerra en Malvinas, Alfonsín convocó a las masas civiles a Plaza de Mayo para marchar hacia Campo de Mayo.
Los colaboradores del presidente le recomendaron no alentar a las masas a marchar –la CGT ya había convocado una huelga general-, y así fue como el propio Alfonsín se presentó solo ante los rebeldes para que depusieran su actitud. Sea como fuere, y a pesar de que los soldados se rindieron, la imagen de Alfonsín quedó debilitada ya que la firma de la Ley de Punto de Final, que acortaba el tiempo de instrucción para crímenes de lesa humanidad a 60 días desde su sanción, fue usada por la oposición peronista (esta vez de derechas, personalizada en Carlos Saúl Ménem, de quien se decía tenía muy buenas relaciones con Mohammed Ali Seineldín) como ariete político en contra del gobierno; la conocida frase “la casa está en orden” fue objeto de muchas burlas por esas fechas. El 18 de enero y el 1 de diciembre de 1988, Alfonsín tuvo que lidiar otras dos rebeliones militares, esta vez, con cuestiones laborales de fondo, aunque la situación más crítica se produjo con el asalto al Cuartel de Tablada, el 23 de enero de 1989, por parte de guerrilleros de ultraizquierda, pertenecientes a un grupo llamado Movimiento Todos por la Patria, que provocó la muerte de 28 de ellos y 11 soldados. Un extraño y violentísimo suceso –los guerrilleros entraron en el lugar tirando a matar literalmente-que hasta ahora no ha sido del todo aclarado.
El final del mandato.
Los peronistas volvieron a ganar las elecciones en 1989, y Alfonsín, derrotado tras el fracaso de su Plan Primavera para el control de precios, fue forzado a entregar el poder a Carlos Saúl Ménem tras una extraña oleada –perfectamente organizada- de asaltos y saqueos a comercios que duraron varios días y obligaron a declarar el estado de sitio. En julio de ese año, Raúl Alfonsín dejó de ser presidente de Argentina, y tan solo dos años después abandonó la presidencia de su partido tras una severa derrota en unas legislativas. Tres años después, participó activamente en la reforma constitucional (Pacto de Olivos), y en 1998 tomó las riendas para la creación de la alianza entre la UCR y el FREPASO, con De La Rúa como candidato, con el objetivo de desbancar al peronismo neoliberal menemista. En esa campaña electoral, Alfonsín sufrió un gravísimo accidente automovilístico que por poco le cuesta la vida, aunque el triunfo final de su opción política, dulcificó las heridas. Tras la victoria de la Alianza, Alfonsín pasó a ser senador, pero pronto mostró diferencias con la política económica del gobierno, que mantuvo los principios del menemismo, abocando al país al caos de diciembre de 2001.
Los últimos años. Internacional Socialista, homenajes y la muerte de su nieta Amparo.
Tras finalizar su etapa como senador, y tras ser nombrado vicepresidente de la Internacional Socialista, Raúl Alfonsín empieza a recoger la cosecha de su prestigio sembrado durante tantos años. Recibe homenajes y nombramientos por doquier, además del reconocimiento de políticos de todo el mundo, aliados y rivales. Su talante, educación y buenas maneras ante cualquier adversidad quedaron patentes la mañana en la que, antes de iniciar una conferencia en Tucumán (Argentina), recibe la terrible noticia de la muerte de su nieta Amparo Alfonsín en un accidente en el colegio –la joven adolescente al mover con la cadera una puerta de cristal, hizo que éste se quebrara, sufriendo un corte en una arteria de su pierna, falleciendo casi en el acto ante el estupor de sus profesores y compañeros- , el ex mandatario se dirigió personalmente en estado de shock a la concurrencia que le esperaba y se disculpó amablemente explicando sin dar más detalles de los necesarios lo que había sucedido.
Nombrado Ciudadano Ilustre por la provincia de Buenos Aires, y objeto de un sentido homenaje promovido por la presidenta en ejercicio del país, Cristina Fernández, un cáncer de pulmón se lo llevó el 31 de marzo de 2009, mientras estaba en su casa, acompañado de su inseparable María Lorenza, y rodeado de su familia y amigos, incluidas las miles de personas que tomaron las calles aledañas a su domicilio porteño.
Sus palabras, siempre en el recuerdo:
"Siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. Sigan a ideas, no sigan a hombres, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática."
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Raúl Alfonsín, la dignificación de la política.
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