Si una experiencia te derrota, y otra más, y otra más, el mismo hecho de atravesar la tormenta te hará cada vez más fuerte. Llega el día en el que sencillamente te deleitarás con la tormenta, bailarás en ella.
Entonces, la tormenta no será el enemigo, sino una oportunidad de ser.
Recuerda que el ser nunca ocurre de una forma cómoda, porque si no, le ocurriría a todos. ecuerda también que el ser no puede ocurrir oportunamente, porque si no, todos serían sin problemas; el ser ocurre cuando te arriesgas, cuando te adentras en el peligro.
Y el amor es el mayor peligro que existe...Lo exige todo.
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Si puedes aprender algo del fracaso del amor, es ser más consciente, más meditativo. Y cuando hablo de meditación me refiero a la capacidad de ser feliz en soledad. Son muy pocos los que pueden sentirse contentos sin razón alguna, simplemente por estar sentados en silencio, felices. Los demás pensarán que estás loco, porque la idea de la felicidad consiste en que proviene de una persona. Conoces a una mujer maravillosa, o a un hombre maravilloso y te sientes feliz. ¿A solas en tu habitación y tan contento, tan feliz? La gente pensará que te has drogado, que estás colocado.
Pues sí, la meditación es el LSD definitivo. Supone liberar tus propios poderes psicodélicos, desencadenar tu propio esplendor, que estaba preso. Y te sientes tan feliz, tan jubiloso en tu ser, que no necesitas ninguna relación. Puedes relacionarte con la gente...y esa es precisamente la diferencia entre relacionarse y una relación.
La relación es una cosa: te aferras a ella. Relacionarse es una corriente, un movimiento, un proceso. Conoces a una persona, la quieres, porque tienes tanto amor que ofrecer...Y cuanto más das, más tienes. Has de entender esta extraña aritmética del amor, que cuanto más das, más tienes, algo contrario a las leyes económicas del mundo exterior.
Una vez que lo hayas comprendido, si quieres recibir más amor y más alegría, das y compartes, y después simplemente compartes. Y te sientes agradecido a quienquiera que te permite compartir tu alegría, con ella o con él. Pero no es una relación: es como el fluir de un río.
El río pasa junto a un árbol, le dice hola, lo nutre, le da agua...y sigue su curso, su baile. No se aferra al río. Y el río no dice: "¿Adónde vas? ¡Estamos casados! Si pensabas abandonarme, ¿por qué has bailado así a mi alrededor? ¿Porqué me has ilusionado?"
No; el árbol colma al río con sus flores, profundamente agradecido, y el río sigue fluyendo. Llega el viento y danza alrededor del árbol y sigue corriendo. Y el árbol le da su fragancia al viento.
En eso consiste relacionarse. Si la humanidad llega algún día a la edad adulta, madura, así será el amor: personas que se conocen, comparten, siguen andando, sin sentimiento de posesión, ni de dominación. En otro caso, el amor es simplemente una lucha de poder.
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Reflexiones de Osho, un místico indio.
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No siempre, el agua de ese rio, no volverá a regar el mismo árbol. Pasará, pero no por ello
quedará en el olvido. El ciclo de la vida es tan imprevisible, que por qué no retornará a
pasar por el mismo lugar. Estamos condenados a alimentarnos de lo vivido, y lo vivido, puede
a veces destrozarnos el alma.
Mirar hacia adelante, y no hacia atrás, ni para coger impulso, aunque cueste mucho no volver la vista atrás, lo sé, pero hay que intentarlo al menos.
UN ABRAZO JULIO.
Un beso!