Quien lleva marcado a fuego las trece barras sabe que el camino que llevará en la vida no será de rosas, pero sí de plenitud. Cien años han marcado el camino de una leyenda, el camino que tiene sus letras de oro no en sus éxitos, sino en sus fracasos.

Millones de personas han llevado orgullosos en lo más dentro y exteriorizado un nombre que empezó siendo humilde, se transformó en Real, pero incluso con la corona incrustada no olvidó sus orígenes, sino que los arropó tras unas barras que no son prisión, aunque nos tengan presos de ella.

Un escudo, esencia de todo un sentimiento, es embajador por méritos propios, sobrevive a los tiempos, sirve de refugio en las horas amargas, de escudo en las batallas, de pasaporte donde vaya, es señal y faro guía, es, en definitiva, parte de nuestras entrañas.

Quien esto viera que sepa que todo lo aquí recogido es parte de una leyenda, un tributo a la alegría de vivir, un bálsamo a las penas, una filosofía de vida que hace que un manquepierda sea un castillo irreductible y al mismo tiempo un ariete contra la desventura.

Como una encina centenaria es este sentimiento a la orilla de un río milenario inseparable en nuestro destino, de dura madera andaluza su interior, de vistosa frondosidad su aspecto. Así son las miles de sensaciones que recorren a quien en tu escudo piensa, aquí y allende nuestras fronteras, donde son tantos los que en ti piensan que como suave brisa acaricia tu copa forjada contra los elementos, esculpida al sol que te atraviesa.

Pd.: Gracias de nuevo al autor de tal maravilla. O sea, al ínclito PASTELE DE TRIANA. Pelu, la portada ya la tienes en pdf para libre distribución.