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Os pongo un artículo que hace poco tiempo envie al mercenario Alvarado, pues en su página nos insultaba y tildaba de probrecitos. Creo que hoy viene bastante bien.
Cuando era niño me gustaba sentarme junto a mi padre, que en paz descanse, a escuchar la tertulia radiofónica que protagonizaban en la cadena SER “ el tío y el sobrino “, y ya entonces me resultaba mucho más simpático el sobrino, el entrañable Pepe Da rosa, más adelante JR, que su estirado tío. Más tarde, cuando acudí al Benito Villamarín por primera vez con mi tío Pepe, que estará en el cuarto anillo de nuestro estadio siempre viendo desde el cielo a su Betis, el gusanillo del beticismo entró en mi organismo y ya no salió mas. Recuerdos imborrables de una mañana lejana cuando mi padre me llevó al aeropuerto a recibir a ese Betis campeón, cuya epopeya copera narraba yo a mi abuelo enfermo, pues los abuelos entonces estaban en las casas con sus hijos y nietos, del salón a su cuarto, “ abuelo, gol del Betis “, y nuevamente al salón de casa. Y cuando el penalti definitivo tuvo lugar, entre gritos de alegría, “ abuelito, somos campeones “.
Pasaron los años, y yo acudía fielmente al estadio cada domingo, a pesar de que en ese periodo de la vida que llaman adolescencia hay cosas que atraen muchísimo más que el fútbol. A veces con alguna novieta que estoicamente aguantaba el partido frente a un paquete de pipas. Pero a partir del COU y los primeros años de universidad, dejé de sacarme el carné. Me convertí en lo que tanto había criticado. Me uní a la legión de los béticos de radio, aquellos que solo acuden a ver a su Betis en contadas ocasiones, y se contentan con oír las transmisiones que desde las ondas informan de la marcha de nuestro equipo. Eran malos tiempos. El Betis no tenía dinero, vendía a las figuras que tantas tardes de gloría dieron a Heliópolis.
Y entonces, en mi interior volvió a crecer esa bendita enfermedad que llaman beticismo, que tiñe de verde el alma, que empapa la vida de una filosofía especial. Y es que yo tengo ese fallo, no soporto las injusticias. Injusticias políticas urbanísticas de recalificaciones arbitrarias de terrenos para beneficiar a los de siempre, al equipo de siempre, no soporto la prepotencia de los que desde que tengo uso de razón desprecian a sus rivales deportivos, los ningunean y califican de pobrecitos. Me producen alergia los que se creen universitarios, tengan títulos o no, por ser socios de determinado club, y desprecian a los de enfrente aunque sean catedráticos universitarios ( que también hay béticos que lo son) por atreverse a confesarse seguidores de otro equipo que no es el suyo.
Los de mi quinta, los que vivieron el final de los años 80 y principios de los 90, saben de lo que hablo. Aguantamos pancartas con insultos graves al beticismo, muñecos ahorcados con la camiseta verdiblanca ( eso no generaba violencia ), e incluso el eterno rival se dejaba perder partidos para hundir aún más a un Betis ya de por si con el agua al cuello. En esa época hacía sus pinitos un señor vicepresidente del equipo de Nervión, que junto a su inseparable presidente, hacía gala de su “ pacifismo “ afirmando, entre otras frases, que al Sevilla le interesaba que el Betis estuviera en segunda. La confrontación no la inventó Lopera, como dicen los periodistas y el Sr. Alvarado. Y tocaron y se llevaron a los mejores jugadores de nuestro amado Betis. Pero en esos momentos de adversidad mi beticismo renació, me sentía más bético que nunca, incluso volví al Villamarín y me compre una bufanda verdiblanca para que todos vieran cual era el equipo de mis amores. Desde entonces no he faltado, en primera o segunda, con brillantes actuaciones presidenciales o payasadas dignas del circo Price. Porque el Betis está por encima de todo eso.
Pues bien, una vez más nos toca aguantar bravuconadas, ninguneos y prepotencias, pero esta vez aumentadas por el efecto multiplicador de las ondas de radio, periódicos y páginas web escritas por señores que hace unos años defendían al Barcelona a muerte en tertulias radiofónicas de emisoras nacionales, pregonando que eran de los dos equipos sevillanos por igual.
Desde estos medios se evita nombrar al Betis, no sea que con su mención contraigan un virus letal, pues está claro, el sumo desprecio consiste en sustraer incluso el nombre de lo odiado. Pues bien Sr. Alvarado, voy a ser humilde y a enseñar al que no sabe, virtud bíblica. El hombre del otro equipo de la ciudad se compone de dos sílabas. Repita conmigo, BE-TIS. Una vez más, BE-TIS. La B con la E se dice BE, y unida a la sílaba TIS forman ese nombre glorioso que recuerda al río de nuestra ciudad, el BETIS. Aunque no sea sevillista, y no estudié en la universidad delnidiana, desde mi humildad le digo que en la ciudad de María Santísima se puede ser de otro equipo, que dicho equipo va a cumplir 100 años, no setenta ni ochenta como dicen continuamente sus colaboradores, y dicho equipo es como mínimo tan respetable como el que usted defiende bajo las consignas presidenciales de un señor con pasado político autoritario.
Ya lo inventaron los líderes extremistas de los años 20 y 30. No hay nada más eficaz para tomar el poder que tener medios de comunicación afines que proclamen las consignas, aunque sean mentiras y barbaridades.
Por último, desde estos renglones, señores, les tengo que dar las gracias. Gracias, señor Alvarado, gracias señor presidente del equipo de Nervión. Seguid así, intentando humillar a mi equipo, pues gracias a vosotros cada día soy más bético, y ni mil títulos más lograrán que deje de serlo.
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Originalmente publicado por greenOs pongo un artículo que hace poco tiempo envie al mercenario Alvarado, pues en su página nos insultaba y tildaba de probrecitos. Creo que hoy viene bastante bien.
Cuando era niño me gustaba sentarme junto a mi padre, que en paz descanse, a escuchar la tertulia radiofónica que protagonizaban en la cadena SER “ el tío y el sobrino “, y ya entonces me resultaba mucho más simpático el sobrino, el entrañable Pepe Da rosa, más adelante JR, que su estirado tío. Más tarde, cuando acudí al Benito Villamarín por primera vez con mi tío Pepe, que estará en el cuarto anillo de nuestro estadio siempre viendo desde el cielo a su Betis, el gusanillo del beticismo entró en mi organismo y ya no salió mas. Recuerdos imborrables de una mañana lejana cuando mi padre me llevó al aeropuerto a recibir a ese Betis campeón, cuya epopeya copera narraba yo a mi abuelo enfermo, pues los abuelos entonces estaban en las casas con sus hijos y nietos, del salón a su cuarto, “ abuelo, gol del Betis “, y nuevamente al salón de casa. Y cuando el penalti definitivo tuvo lugar, entre gritos de alegría, “ abuelito, somos campeones “.
Pasaron los años, y yo acudía fielmente al estadio cada domingo, a pesar de que en ese periodo de la vida que llaman adolescencia hay cosas que atraen muchísimo más que el fútbol. A veces con alguna novieta que estoicamente aguantaba el partido frente a un paquete de pipas. Pero a partir del COU y los primeros años de universidad, dejé de sacarme el carné. Me convertí en lo que tanto había criticado. Me uní a la legión de los béticos de radio, aquellos que solo acuden a ver a su Betis en contadas ocasiones, y se contentan con oír las transmisiones que desde las ondas informan de la marcha de nuestro equipo. Eran malos tiempos. El Betis no tenía dinero, vendía a las figuras que tantas tardes de gloría dieron a Heliópolis.
Y entonces, en mi interior volvió a crecer esa bendita enfermedad que llaman beticismo, que tiñe de verde el alma, que empapa la vida de una filosofía especial. Y es que yo tengo ese fallo, no soporto las injusticias. Injusticias políticas urbanísticas de recalificaciones arbitrarias de terrenos para beneficiar a los de siempre, al equipo de siempre, no soporto la prepotencia de los que desde que tengo uso de razón desprecian a sus rivales deportivos, los ningunean y califican de pobrecitos. Me producen alergia los que se creen universitarios, tengan títulos o no, por ser socios de determinado club, y desprecian a los de enfrente aunque sean catedráticos universitarios ( que también hay béticos que lo son) por atreverse a confesarse seguidores de otro equipo que no es el suyo.
Los de mi quinta, los que vivieron el final de los años 80 y principios de los 90, saben de lo que hablo. Aguantamos pancartas con insultos graves al beticismo, muñecos ahorcados con la camiseta verdiblanca ( eso no generaba violencia ), e incluso el eterno rival se dejaba perder partidos para hundir aún más a un Betis ya de por si con el agua al cuello. En esa época hacía sus pinitos un señor vicepresidente del equipo de Nervión, que junto a su inseparable presidente, hacía gala de su “ pacifismo “ afirmando, entre otras frases, que al Sevilla le interesaba que el Betis estuviera en segunda. La confrontación no la inventó Lopera, como dicen los periodistas y el Sr. Alvarado. Y tocaron y se llevaron a los mejores jugadores de nuestro amado Betis. Pero en esos momentos de adversidad mi beticismo renació, me sentía más bético que nunca, incluso volví al Villamarín y me compre una bufanda verdiblanca para que todos vieran cual era el equipo de mis amores. Desde entonces no he faltado, en primera o segunda, con brillantes actuaciones presidenciales o payasadas dignas del circo Price. Porque el Betis está por encima de todo eso.
Pues bien, una vez más nos toca aguantar bravuconadas, ninguneos y prepotencias, pero esta vez aumentadas por el efecto multiplicador de las ondas de radio, periódicos y páginas web escritas por señores que hace unos años defendían al Barcelona a muerte en tertulias radiofónicas de emisoras nacionales, pregonando que eran de los dos equipos sevillanos por igual.
Desde estos medios se evita nombrar al Betis, no sea que con su mención contraigan un virus letal, pues está claro, el sumo desprecio consiste en sustraer incluso el nombre de lo odiado. Pues bien Sr. Alvarado, voy a ser humilde y a enseñar al que no sabe, virtud bíblica. El hombre del otro equipo de la ciudad se compone de dos sílabas. Repita conmigo, BE-TIS. Una vez más, BE-TIS. La B con la E, BE, y unida a la sílaba TIS forman ese nombre glorioso que recuerda al río de nuestra ciudad, el BETIS. Aunque no sea palangana, y no estudié en la universidad delnidiana, desde mi humildad le digo que en la ciudad de María Santísima se puede ser de otro equipo, que dicho equipo va a cumplir 100 años, no setenta ni ochenta como dicen continuamente sus colaboradores, y dicho equipo es como mínimo tan respetable como el que usted defiende bajo las consignas presidenciales de un señor con pasado político autoritario.
Ya lo inventaron los líderes extremistas de los años 20 y 30. No hay nada más eficaz para tomar el poder que tener medios de comunicación afines que proclamen las consignas, aunque sean mentiras y barbaridades.
Por último, desde estos renglones, señores, les tengo que dar las gracias. Gracias, señor Alvarado, gracias señor presidente del equipo de Nervión. Seguid así, intentando humillar a mi equipo, pues gracias a vosotros cada día soy más bético, y ni mil títulos más lograrán que deje de serlo.
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