By Discobolo:
Un recorrido histórico de los lugares que han visto jugar al Glorioso en sus 100 años de vida, desde los tiempos del Balompié en el Huerto de la Mariana y el Prado de Santa Justa hasta su llegada "al final de La Palmera" en 1936, una ubicación donde nuestro estadio ha ido cambiando y creciendo a lo largo de los años. Del Betis que nos legaron nuestros padres y abuelos al Betis que heredarán nuestros hijos y nietos: Un legado material al tiempo que sentimental, de propiedad social y colectiva, que habrá de verse culminado en muy breve plazo con la finalización íntegra del proyecto de Estadio, del templo que albergará el Betis del futuro.
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Para los pocos que no hayan leído el celebérrimo best-seller de Ken Follet, “Los pilares de la Tierra” nos trasladaba a la Inglaterra del medievo para sumergirnos, además de en una entretenidísima historia, en el fascinante mundo de aquellos constructores de catedrales cuyas obras aún hoy nos maravillan por su grandiosidad.
Aquellos hombres, movidos por la pasión por la arquitectura, por el deseo de elevarse hacia el Cielo, por fe, por vanidad, por orgullo o por los motivos que cada cual tuviese o confesase, invirtieron décadas enteras para levantar su legado. Un legado para los hombres de los siglos venideros. Un legado que es el símbolo de tantas ciudades, que impresiona al ser contemplado desde el exterior y sobrecoge al andar bajo sus bóvedas.
Evidentemente, no entra en mi pensamiento situar en el mismo plano un lugar de oración y algo tan aparentemente prosaico como un recinto deportivo. No obstante, nadie podrá negar que el punto de reunión de los aficionados de cualquier club de fútbol ha sido testigo de abrazos, pasiones, sentimientos, fe, esperanza, miradas al Cielo y, como no, oraciones. Más aún en el caso que nos ocupa: el extraordinario club que atiende al nombre de Real Betis Balompié y que da forma a un sentimiento aún más extraordinario.
Así pues, este es un breve relato de una gran historia. La historia de aquellos lugares donde un sentimiento ya centenario ha encontrado su hogar, aquellos lugares donde hemos sufrido y hemos gozado, donde hemos tocado el paraíso y el infierno, donde hemos vivido ascensos y descensos. Esta es la historia de nuestro templo, la historia de la construcción de nuestra catedral, la historia de esos pedazos de tierra repartidos por la Ciudad del Betis donde aún hoy, si uno cierra los ojos y escucha con el corazón, puede escuchar los ecos del pasado y las voces de Ramos, Jones, Castillo, Wesolousky, Añino, Zúñiga, Borbolla, Vicente, Navarro, Alarcón, Adolfo, Gómez Bajuelo, Alonso Cueli, Jesús, Sánchez Mejías, Sampere, Mantecón, Aranda, Simó, Tenorio, Lecue, O´Connell, Moreno, Saro, Peral, Paquirri, Varela, Pol, Gómez, Benjumea, De La Concha, Aparicio, Barinaga, Ruiz, Villamarín, Alfonseca, Areta, Lasa, Daucik, Montiel...
Nuestra historia, como es bien sabido, comienza hace 100 años. En el año 1907, un grupo de jóvenes estudiantes de la Escuela Politécnica situada en la calle Cervantes empiezan a practicar de forma regular el football, práctica en la que van sumando efectivos hasta que a finales de ese año forman un club al que inicialmente denominarán “España” y, posteriormente, “Sevilla Balompié”. Entre aquellos primeros balompedistas se encuentran muchos hijos de militares destinados en Sevilla, que a su vez recibían en la Politécnica estudios preparatorios para la carrera militar y, en otros casos, para medicina y carreras técnicas. La lista es larga, y la misma incluye auténticas sagas familiares: Los Castillo, los Wesolousky, los Hermosa, los Gutiérrez...
Las primeras ubicaciones que escogen estos jóvenes para practicar el balompié son el Huerto de La Mariana y el Prado de Santa Justa, al parecer en este orden. Otras fuentes –Gómez Bajuelo- invierten la secuencia y hablan del Prado de Santa Justa como el terreno de juego primigenio. Sea como fuere, ha que evitar pensar en una ubicación fija de lo que no era más que un lugar de encuentro de chavales que practicaban un deporte aún mirado con extrañeza por el resto de ciudadanos.
En un principio las porterías se simulaban con ropas de los jugadores. Vendrían después los palos, unidos en la parte superior por una guita; enseres que junto al balón, los pantalones y los jerseys se guardaron en casa de los hermanos Castillo y en un secadero de pieles de José Bada cercano al Huerto de La Mariana.
Aproximadamente a comienzos de 1910, los jóvenes que forman el Balompié deciden trasladar sus prácticas al Prado de San Sebastián, donde ocuparán sucesivamente los siguientes terrenos de juego hasta 1913: “frente al cuartel de Ingenieros, tapias del Parque de Maria Luisa, frente a la Enramadilla y, finalmente, cercanías de la Casa de Luca de Tena” (Gómez Bajuelo). Serán tiempos en los que el Balompié se convertirá en la principal referencia de la práctica de este deporte en nuestra ciudad, proclamándose Campeón de la primera Copa de Sevilla, condición que renovará y mantendrá hasta 1913.
Será justamente en la cuarta ubicación indicada por Gómez Bajuelo, frente a la Fábrica de Gas (hoy Edificio de Sevillana) donde por primera vez podemos hablar de “nuestro campo”: el campo de las Tablas Verdes, así llamado porque los balompedistas por primera vez cercan el terreno de juego con vallas de dicho color. A escasa distancia, en el mismo Prado de San Sebastián, el Campo del Club Mercantil cercado por tablas de color rojo y sede del Sevilla Football Club marca ya desde entonces la eterna dicotomía entre verde y rojo, Balompié y Football.
El Campo de las Tablas Verdes de la Enramadilla conocerá dos nuevos Campeonatos de Sevilla (1914, 1915) y será testigo del cambio de denominación del Sevilla Balompié por la de Real Betis Balompié, tras la absorción del Betis Football Club en 1914. Un cambio de denominación que, no obstante, tardará aún más de una década en calar entre los aficionados del club, que hasta los primeros años treinta seguirán siendo “los balompedistas”, los fieles seguidores del “Balompié”.
En 1918 el Ayuntamiento decide urbanizar los terrenos del Prado de San Sebastián para el mejor acomodo de la Feria de Abril -además de estar ya perfilándose la futura Exposición Universal-, y ordena el desahucio del Balompié del “Campo de las Tablas Verdes”. Ante la medida, se solicita la cesión de una parcela en la Huerta del Fraile, junto a la barriada de casas económicas del Real Patronato Obrero, cesión que se aprueba por el Ayuntamiento en Junio de 1918 –sujeta a limitaciones y al abono de arbitrios por uso de vía pública-. El terreno cedido comprende aproximadamente la actual ubicación de las cocheras de Tussam y el Tenis Betis.
Hasta la reforma de 1924 este campo también será conocido como el “Campo de las Tablas Verdes”, por volver a vallarse con maderas de este color, muchas de ellas trasladadas del campo de la Enramadilla para su reutilización. Este periodo de 1918 a 1924 es, probablemente, uno de los más críticos de la historia del club. Gómez Bajuelo recuerda como “los jugadores venían de los tajos con sus canastos directamente al campo a entrenar. No teníamos caseta. Las tablas verdes de la valla se venían abajo con frecuencia en los días de viento y lluvia. Los directivos deambulan su mal humor por las Delicias o los altos del café Madrid, al recibir las bajas de los jugadores. Entonces bastaba enviar una carta al Clubdándose de baja, para aparecer jugando en otro sitio. En algunos partidos de campeonato tuvieron que jugar algunos directivos... Así pasaron unos años y la vida del Club fue languidenciendo, sosteniéndose tenuamente por el esfuerzo de unos hombres beneméritos, que quemaron sus alas en la llama del ideal deportivo...”.
Hasta que llega el año 1924, fecha clave para la supervivencia del Real Betis Balompié y el propio campo del Patronato. La llegada del capitán Ramón Navarro Cáceres opera un cambio vital, asistido de un grupo de fundadores del Balompié que vuelven a tomar las riendas del club en este momento de necesidad: Juan del Castillo, Edmundo Wesolousky, Andrés Hermosa, José Fernández Zúñiga, Diego López, Juan Cascales, Antonio Puig y otros.
En lo que al campo se refiere, Navarro y los veteranos fundadores acometen importantes reformas, retirando las tablas verdes que lo cercaban y sustituyéndolas por unas cercas de fábrica, además de instalar bancos de pista y una caseta central. Para celebrar la reapertura del campo se organizarán amistosos ante dos potentes equipos de la época: la Unió Sportiva Sans y el Español de Barcelona. Ni que decir tiene que desde entonces y hasta 1936 nuestra casa será conocida como el campo del Patronato o del Patronato Obrero, dejando atrás las legendarias tablas verdes.
Con este impulso, y en un contexto mucho menos perjudicial, al instaurarse por fin el derecho de retención de jugadores, el Balompié inicia en el Patronato un camino ascendente que lo llevará a sus primeras participaciones en la Copa de España, la consecución de la Copa de la Federación Sur (Copa “Spencer”) de 1926, el Campeonato de Andalucía de 1928, el recorrido hacia la primera Final de Copa jugada por un equipo andaluz en 1931, la celebración de las Bodas de Plata el 6 de Enero de 1932, el ascenso a Primera División en 1932, el debut en la División de Honor del primer equipo andaluz meses más tarde y, finalmente, el Campeonato de Liga de 1935 que supondrá la culminación de diez años ciertamente felices, vividos en el Campo del Patronato... el mítico Patronato.
Antes de llegar a esos momentos de gloria, el campo del Patronato se verá convertido en un Estadio: En 1928 el legendario Ignacio Sánchez Mejías, entonces Presidente, relanza un proyecto para la reforma de los terrenos del Patronato Obrero. Se mejora el terreno de juego, se levanta una cerca de cemento, se instalan las antiguas tribunas de preferencia en lo que hoy llamaríamos fondo, se levantan las “tribunas de general” con once escalones, y se construye la Tribuna de Preferencia, de catorce escalones de madera con soporte de hierro. En el resto del terreno se instala un campo de entrenamiento y se inicia la construcción del Frontón Betis, de una piscina y varios campos de tenis (lo que a su finalización se convertirá en el Real Club de Tenis Betis). Años más tarde, en 1932, se acometerán obras de ampliación del aforo del campo del Patronato, para aumentarlo de 10.000 localidades a algo más de 12.000.
En paralelo, un nuevo Estadio se levantaba en la ciudad. No deja de ser curioso que 1928 fuese testigo de la construcción simultánea del nuevo Campo del Patronato, del Viejo Nervión –situado donde hoy se levanta el Nervión Plaza, e inaugurado con un partido entre los eternos rivales que finalizó con resultado a favor de los verdiblancos por 1 a 2- y del recinto que acabaría convirtiéndose en nuestro templo: el Estadio de la Exposición, situado en el naciente barrio de Heliópolis y construido con ocasión de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Viajamos ahora a 1936. Un año después de proclamarse Campeón de Liga, el Betis Balompié se ve inmerso no solo en una brutal crisis económica que se salvará gracias a la implicación del beticismo, sino además en la obligación de marcharse del Patronato. Una situación que confluye con el interés del Ayuntamiento Hispalense en la marcha del club verdiblanco al infrautilizado Estadio de la Exposición. Como consecuencia, el 16 de Julio de 1936 los máximos mandatarios municipales y del club proceden a la firma del contrato de arrendamiento del recinto heliopolitano.
Dos días más tarde se escribirá otro de los capítulos de la singular historia bética: en el ABC de Sevilla, página de deportes, un anuncio detalla los precios de los abonos en el nuevo Estadio y la forma de adquirirlos. Ese mismo día, el inicio de la Guerra Civil se lleva por delante la Secretaría del Real Betis Balompié, situada en la esquina de la calle Bilbao: un proyectil dirigido al Gobierno Civil destroza su fachada, puerta y ventanas. Un hecho que no será más que el preludio del desmantelamiento institucional, social y deportivo que sufrirá el club.
Durante tres años, el Betis Balompié sobrevive prácticamente sin jugadores, sin Secretaría... y sin terreno de juego. El Patronato ya había sido levantado y su Estadio de la Exposición es destinado a “necesidades de la guerra”. Convertido en cuartel general del CTV (Corpo di Truppe Volontarie, los “camisas negras” de Mussolini) el terreno de juego se llena de tanques y carros blindados, la pared del gol norte se derriba por completo y en el centro del terreno se levanta un paredón que es utilizado como picadero. Habrá que esperar al 14 de Marzo de 1939 para asistir a la “reapertura del magnífico Estadio de Heliópolis”, saldada con una victoria ante el eterno rival.
Allí, en aquella parcela "al final de La Palmera" -entonces aún sin que la Avenida llevase dicha denominación-, vivirá y crecerá desde entonces un mito llamado Betis. En el ya conocido como Estadio de Heliópolis, oficialmente denominado Estadio Municipal, el Real Betis Balompié habrá de recorrer la más dura travesía del desierto jamás vivida por un Campeón de Liga: el primer descenso de 1940 tras la reanudación de la competición oficial, el efímero ascenso de 1942, la despedida de la División de Honor el 4 de Abril de 1943... división a la que no volveremos hasta 1958...
Durante esos 15 largos años, el Real Betis Balompié forjará, y citamos a Romero Murube como podríamos citar a tantos otros, “una inderrocable moral a prueba de derrotas… pero en vez de adoptar esa inexplicable renunciación que hemos aplicado, para nuestra desgracia, a tantas adversidades –la de subirnos los hombros en vez de subirnos de corazón-, el Betis, tras la hecatombe, arremetía todas las tardes con más entusiasmo hacia la conquista de su gloria”... El Manquepierda, alma, mito y esencia del Real Betis Balompié...
La cuna del manquepierda, el hogar donde el beticismo se encontrará definitivamente a sí mismo, será nuestro Estadio de Heliópolis; sin olvidar, por supuesto, las “marchas verdes” acompañando al equipo. Serán los años de Tercera (1947-1954), en los que desfilarán por nuestro Estadio nombres hoy lejanos: Ferroviaria, Chamberi, Algeciras, Maghreb el Aksa, Tetuan, Baleares, Electromecanicas, Iliturgi, Martos, San Alvaro, San Fernando, Talavera, Utrera, Cacereño, Español de Tetuán, Larache, Manchego, Plus Ultra, Avila, Balompédica Linense, Ceuta, Emeritense, Gimnástica Segoviana, Tomelloso, España de Tanger, Melilla, Ubeda o Valdepeñas, por citar algunos.
De esos largos años de Segunda y Tercera, lo más significativo que podemos reseñar en relación a nuestro templo es, justamente, una catástrofe que se añade a las puramente deportivas: El 29 de Enero de 1948, pocos meses después del descenso a Tercera División, el canal del Tamargillo se desborda tras un fuerte temporal. Heliópolis queda literalmente sepultada bajo las aguas, incluyendo las dependencias y el terreno de juego de nuestro Estadio . Aquel día los documentos que se archivaban en la Secretaría, en los estantes hechos a mano por Antonio Tenorio, se perderán para siempre.
Habrá de llegar 1958 y el ansiado regreso a Primera División para que Heliópolis vuelva a experimentar cambios reseñables: Bajo la presidencia de Villamarín, se construyen las Tribunas de Gol. Al año siguiente, el 6 de Junio de 1959, se inaugura la iluminación eléctrica. El club no solo avanza en lo deportivo: también se moderniza en su gestión y en sus instalaciones.
Pero, sin lugar a dudas, el hecho más significativo de aquellos años tendrá lugar con fecha 12 de Agosto de 1961, cuando el alcalde Mariano Pérez de Ayala y Benito Villamarín firman la escritura de compra venta del Estadio en favor del Real Betis Balompié. Un año antes, el 27 de Agosto de 1960, el Ayuntamiento había aprobado la enajenación del Estadio de titularidad municipal para obtener ingresos en el marco del presupuesto extraordinario de expansión, reforma y mejora de Sevilla. Se señaló un precio de subasta pública de 14.036.550 pesetas, subasta que tuvo lugar el 26 de Noviembre de dicho año, presentándose como única proposición la del club verdiblanco e ingresándose el 11 de Agosto de 1961 la cuantía indicada en la Depositaria Municipal. Al día siguiente, el acto de firma de la escritura en el mismo terreno de juego coincidiendo con un partido ante la Fiorentina, abre una nueva etapa en la historia de club: el Real Betis Balompié se convierte en propietario de su Estadio, adquiriendo el que desde entonces será nuestro principal patrimonio material.
Desde aquel día, y hasta el 1 de Enero de 2000, nuestra casa llevará la denominación de Estadio Benito Villamarín. Allí viviremos la tercera plaza de 1964, el debut en Europa ante el Stade de Reims, los ascensos y descensos desde 1965 a 1975, el camino hacia la Final de 1977, las diez temporadas consecutivas en Primera de 1979 a 1989, las clasificaciones para la UEFA de 1982 y 1984, el subcampeonato de la Copa de la Liga de 1986, temporada del ascenso de 1994, el tercer puesto de 1995, la semifinal del 97 ante el Celta y el cuarto puesto de aquel mismo año...
Allí viviremos el arte de Rogelio y Quino, veremos a Lasa, Ríos y Areta... y a Del Sol, Don Luis... allí descubriremos a Cardeñosa, a Alabanda, a López, a Benítez... allí aclamaremos a Biosca y a Esnaola... allí nos levantaremos con las cabalgadas del Don Rafael Gordillo, con los goles de Calderón y Poli, con Parra... allí cantaremos los goles de Alfonsito, y guardaremos por siempre en nuestro recuerdo a Finidi, a Jarni, a Alexis, a Cañitas... y, por supuesto, a Daucik, Szuza, Iriondo... y Lorenzo Serra Ferrer. Allí cantaremos doce goles ante Malta, pero también gritaremos con la garganta rota aquel “Beeetis” del día del Tenerife... allí, en el Villamarín, viviremos todo eso y muchísimo más.
En esos casi cuarenta años, nuestra casa cambiará enteramente su apariencia, levantándose poco a poco un gran Estadio al final de La Palmera, que llegaría a tener un aforo de 47.500 espectadores (la mitad de ellos de pie): En 1971 se construye el Gol Norte y a continuación el Gol Sur, siendo Presidente Don José Núñez Naranjo. Cuatro años más tarde, en 1975, también durante la Presidencia de Núñez, se levanta la Tribuna de Voladizo. Y, finalmente, en 1982 -con motivo del Mundial- se construyeron las dos primeras gradas de Preferencia (debajo de la Tribuna de Voladizo), la Tribuna de Fondo y las escaleras laterales de acceso a Voladizo. Era entonces Presidente Juan Manuel Mauduit.
Como es de sobras conocido, la mitad del Estadio que en 1982 ya se ubicaba en Heliópolis sigue en pie actualmente: el mítico Gol Sur de los primeros años setenta y la Zona de Preferencia, levantada entre 1975 y 1982. La otra mitad será levantada entre 1997 y 1999, como primera fase de un proyecto que hoy, diez años después de su presentación, sigue inconcluso en más de un 50% -como quiera que no solo debe levantarse Gol Sur y Preferencia, sino además proceder al cubrimiento proyectado-.
Es justamente éste el hasta ahora último capítulo de la construcción de nuestro templo: En la temporada 1997/1998, siendo Presidente Manuel Ruiz de Lopera, se presenta el proyecto para levantar un Estadio completamente nuevo en el solar donde entonces se ubica el Benito Villamarín. El diseño elegido corresponde a D. Antonio González Cordón: es el recordado “platillo volante”, de 3 anillos completos, cubierto y con capacidad para 64.000 espectadores. La firma del encargo del proyecto se realiza el 22 de Octubre de 1997. En el acto, Ruiz de Lopera afirma que "será un estadio totalmente nuevo, tirándose hasta la última piedra del actual".
No entraré en este relato en detalles excesivos sobre los avatares por los que ha pasado este proyecto inacabado, cuyo coste –para que nadie tenga dudas al respecto- ha sido asumido y sigue siéndolo por los béticos peseta a peseta. Y digo que no entraré en detalles porque considero que merecen un capítulo aparte en próximas fechas, para recordar, conocer y entender en profundidad aspectos que han sido, son y van a ser vitales para el beticismo.
Reseñaremos, no obstante, que el 14 de Abril de 1998 se procedió al derribo de Gol Norte y el 17 de Mayo del mismo año al derribo de la Tribuna de Fondo. El derribo de Gol Sur estaba previsto para Mayo de 1999 y el de Preferencia para Mayo de 2000. La colocación de la cubierta se realizaría en el mismo verano de 2000. Ni que decir tiene que las previsiones relativas a Gol Sur, Preferencia y cubierta llevan más de 7 años de retraso.
El 12 de Septiembre de 1998 fueron inauguradas las Gradas Bajas de Gol Norte y Fondo, y el primer anfiteatro de Gol Norte. Posteriormente, el 27 de Septiembre de 1998 se inauguró el primer anfiteatro de Fondo. A partir de ahí los problemas entre Tegasa y Agroman paralizan la construcción, hasta retomarse con Dragados y Construcciones en Febrero de 1999; las previsiones pasan a retrasarse un año, fijándose el derribo de Gol Sur para Mayo de 1999, la construcción del tercer anillo de Gol Norte, Fondo y Gol Sur para Mayo de 2000 y la fase de Preferencia y la cubierta para el verano de 2001.
La primera mitad del Nuevo Estadio fue inaugurada oficialmente el 1 de Enero de 2000, si bien habría que esperar al 13 de Febrero de dicho año para la inaguración del tercer anillo de Gol Norte y Fondo. Desde dicha fecha, nuestro Estadio pasó a tener la denominación oficial de Estadio Manuel Ruiz de Lopera. Actualmente, tiene una capacidad para 55.500 espectadores sentados –incluyendo la zona reservada para aficionados visitantes, popularmente conocida como “la jaula”-.
Ya con esta denominación, desde Enero de 2000, hemos vivido el ascenso de 2001, la clasificación para la UEFA de 2002, el camino hacia la Final de 2005, la clasificación para la previa y para la fase de liguilla de la Liga de Campeones, hemos escuchado el Himno de la Champions y el de nuestro Centenario, y nos hemos emocionado con un llenazo histórico en un amistoso en pleno Agosto y tras una temporada al borde del descenso, un llenazo que solo el beticismo es capaz de conseguir y que pocos sin ser béticos son capaces de explicar.
... Y el futuro...
Nuestro Estadio habrá de verse ultimado en muy breves fechas, de acuerdo con las exigencias del convenio urbanístico firmado con el Ayuntamiento de Sevilla en el año 2004. Hablamos de un Estadio con capacidad para 64.000 espectadores sentados y cubiertos, con 35 metros de altura y dividido en 3 anillos con capacidad cada uno para 20.000 espectadores aproximadamente. Hablamos de un Estadio con vestuarios para 4 equipos, palcos VIP , 46 cabinas para retransmisiones, 2 videomarcadores que irán colgados del anillo central, uno detrás de cada portería. Y, por supuesto, hablamos de un Estadio con una cubierta en la que se emplearán 43 kilómetros de cable de acero formando un gran anillo central y una gran trama central ortogonal cruzada.
Ese es el futuro, el Estadio que nuestros ojos y nuestros corazones habrán de ver levantarse al final de La Palmera en muy poco tiempo, ultimando así el Proyecto presentado en 1997. Ese es el templo, la catedral, en la que el beticismo culminará una travesía iniciada en 1907, y el lugar donde enseñaremos a nuestros hijos y nietos qué es el Betis, para que sepan llevarlo en la travesía de los próximos 100 años. Ese es el lugar donde soñaremos, y a cuya terminación debe estar destinado cada euro que se obtenga con la venta de los terrenos anexos: porque en ese convenio y en los beneficios que con él se obtengan está -que nadie lo dude- la clave del Betis del futuro, del Betis de nuestros hijos y nietos, y de la culminación de nuestro templo.
Estos son nuestros pilares, los pilares de nuestra tierra. Este es el trayecto que hemos recorrido en estos 100 años: Desde el Huerto de La Mariana hasta el futuro platillo volante del final de La Palmera, pasando por Santa Justa, el Prado, el Patronato, el viejo Villamarín y el Villamarín de 1982... Esta es nuestra historia o, si se prefiere, la historia de los lugares donde hemos reido y llorado, donde hemos celebrado victorias y hemos lamentado derrotas, donde hemos abrazado a nuestro padre, a nuestro abuelo, a nuestro hermano, a nuestra hija, a nuestra nieta, donde hemos descubierto lo que era el Betis al ver el campo al salir del vomitorio y donde hemos enseñado lo que el Betis es, devolviendo aquel bautizo iniciático... Este es un relato sobre los lugares donde hemos escuchado sonidos inolvidables en nuestra vida: el "Aupa Betis", el "Viva el Betis", el "Mucho Betis", nuestros Himnos, nuestro canto de "Arriba, arriba", las canciones de Gol Sur, el mítico y eterno Gol Sur... Esta es nuestra historia colectiva que incluye en la misma cientos de miles de historias y relatos individuales, de sentimientos que cada cual guarda en su interior, de vivencias, de pensamientos, de momentos irrepetibles que cada uno, cada una, ha vivido en el Estadio que se levanta al Final de La Palmera, se llame como se llame, sea de la época que sea... algunos incluso pueden hablar de los momentos vividos en el mítico Patronato, o en la Tribuna del Frontón... Esta es la historia de nuestra catedral, del lugar donde nuestra esperanza -que viste de verde- ha construido un lugar para vivir nuestro sentimiento... Y es una historia repartida por toda la ciudad, hasta el punto de que no puedo evitar sentirme feliz cada vez que paso junto al campo de futbol al lado del Gimnasio de Santa Justa, o cerca del cuartel de Eritaña, o frente al Edificio de Endesa en el Prado, o por la Avenida Ramón Carande o la calle Brasil -por la que tanto anduve siendo niño, sin saber que al otro lado de aquella tapia había estado el Estadio de mi Betis-... y, por supuesto, cada vez que paso por La Palmera...
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PD: Volviendo, para terminar, al libro de Ken Follet, he olvidado mencionar que "Los pilares de la Tierra" es además un retrato bastante interesante acerca del feudalismo, aunque prefiero no profundizar en las muchas metáforas que se me ocurren acerca de ese particular. Seguro que el lector puede dejar volar su imaginación en relación a aquellos tiempos. Aunque sí me permitiré dejar un apunte: desconozco si en aquellos tiempos de señores feudales y constructores de catedrales hubo algún dueño del castillo que osase apropiarse del dinero aportado por los fieles para levantar el templo de su fé, destinándolo a sus propios intereses. Supongo que alguno habría. De lo que estoy absolutamente convencido es de que en la actualidad nadie se atrevería a hacerlo: Y no solo por miedo a las voces del pasado, a aquellos que nos han precedido. Sino, principalmente, porque en tal caso estaría jugando con el futuro de nuestros hijos y nietos; y con eso no se juega.
Por supuesto, con esta última reflexión me estoy refiriendo exclusivamente a señores de castillos y constructores de catedrales del medievo. Cualquier parecido con la realidad -efectiva o prevenida- es pura coincidencia.
By Iñigo Vicente -Discóbolo-
Un recorrido histórico de los lugares que han visto jugar al Glorioso en sus 100 años de vida, desde los tiempos del Balompié en el Huerto de la Mariana y el Prado de Santa Justa hasta su llegada "al final de La Palmera" en 1936, una ubicación donde nuestro estadio ha ido cambiando y creciendo a lo largo de los años. Del Betis que nos legaron nuestros padres y abuelos al Betis que heredarán nuestros hijos y nietos: Un legado material al tiempo que sentimental, de propiedad social y colectiva, que habrá de verse culminado en muy breve plazo con la finalización íntegra del proyecto de Estadio, del templo que albergará el Betis del futuro.
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Para los pocos que no hayan leído el celebérrimo best-seller de Ken Follet, “Los pilares de la Tierra” nos trasladaba a la Inglaterra del medievo para sumergirnos, además de en una entretenidísima historia, en el fascinante mundo de aquellos constructores de catedrales cuyas obras aún hoy nos maravillan por su grandiosidad.
Aquellos hombres, movidos por la pasión por la arquitectura, por el deseo de elevarse hacia el Cielo, por fe, por vanidad, por orgullo o por los motivos que cada cual tuviese o confesase, invirtieron décadas enteras para levantar su legado. Un legado para los hombres de los siglos venideros. Un legado que es el símbolo de tantas ciudades, que impresiona al ser contemplado desde el exterior y sobrecoge al andar bajo sus bóvedas.
Evidentemente, no entra en mi pensamiento situar en el mismo plano un lugar de oración y algo tan aparentemente prosaico como un recinto deportivo. No obstante, nadie podrá negar que el punto de reunión de los aficionados de cualquier club de fútbol ha sido testigo de abrazos, pasiones, sentimientos, fe, esperanza, miradas al Cielo y, como no, oraciones. Más aún en el caso que nos ocupa: el extraordinario club que atiende al nombre de Real Betis Balompié y que da forma a un sentimiento aún más extraordinario.
Así pues, este es un breve relato de una gran historia. La historia de aquellos lugares donde un sentimiento ya centenario ha encontrado su hogar, aquellos lugares donde hemos sufrido y hemos gozado, donde hemos tocado el paraíso y el infierno, donde hemos vivido ascensos y descensos. Esta es la historia de nuestro templo, la historia de la construcción de nuestra catedral, la historia de esos pedazos de tierra repartidos por la Ciudad del Betis donde aún hoy, si uno cierra los ojos y escucha con el corazón, puede escuchar los ecos del pasado y las voces de Ramos, Jones, Castillo, Wesolousky, Añino, Zúñiga, Borbolla, Vicente, Navarro, Alarcón, Adolfo, Gómez Bajuelo, Alonso Cueli, Jesús, Sánchez Mejías, Sampere, Mantecón, Aranda, Simó, Tenorio, Lecue, O´Connell, Moreno, Saro, Peral, Paquirri, Varela, Pol, Gómez, Benjumea, De La Concha, Aparicio, Barinaga, Ruiz, Villamarín, Alfonseca, Areta, Lasa, Daucik, Montiel...
Nuestra historia, como es bien sabido, comienza hace 100 años. En el año 1907, un grupo de jóvenes estudiantes de la Escuela Politécnica situada en la calle Cervantes empiezan a practicar de forma regular el football, práctica en la que van sumando efectivos hasta que a finales de ese año forman un club al que inicialmente denominarán “España” y, posteriormente, “Sevilla Balompié”. Entre aquellos primeros balompedistas se encuentran muchos hijos de militares destinados en Sevilla, que a su vez recibían en la Politécnica estudios preparatorios para la carrera militar y, en otros casos, para medicina y carreras técnicas. La lista es larga, y la misma incluye auténticas sagas familiares: Los Castillo, los Wesolousky, los Hermosa, los Gutiérrez...
Las primeras ubicaciones que escogen estos jóvenes para practicar el balompié son el Huerto de La Mariana y el Prado de Santa Justa, al parecer en este orden. Otras fuentes –Gómez Bajuelo- invierten la secuencia y hablan del Prado de Santa Justa como el terreno de juego primigenio. Sea como fuere, ha que evitar pensar en una ubicación fija de lo que no era más que un lugar de encuentro de chavales que practicaban un deporte aún mirado con extrañeza por el resto de ciudadanos.
En un principio las porterías se simulaban con ropas de los jugadores. Vendrían después los palos, unidos en la parte superior por una guita; enseres que junto al balón, los pantalones y los jerseys se guardaron en casa de los hermanos Castillo y en un secadero de pieles de José Bada cercano al Huerto de La Mariana.
Aproximadamente a comienzos de 1910, los jóvenes que forman el Balompié deciden trasladar sus prácticas al Prado de San Sebastián, donde ocuparán sucesivamente los siguientes terrenos de juego hasta 1913: “frente al cuartel de Ingenieros, tapias del Parque de Maria Luisa, frente a la Enramadilla y, finalmente, cercanías de la Casa de Luca de Tena” (Gómez Bajuelo). Serán tiempos en los que el Balompié se convertirá en la principal referencia de la práctica de este deporte en nuestra ciudad, proclamándose Campeón de la primera Copa de Sevilla, condición que renovará y mantendrá hasta 1913.
Será justamente en la cuarta ubicación indicada por Gómez Bajuelo, frente a la Fábrica de Gas (hoy Edificio de Sevillana) donde por primera vez podemos hablar de “nuestro campo”: el campo de las Tablas Verdes, así llamado porque los balompedistas por primera vez cercan el terreno de juego con vallas de dicho color. A escasa distancia, en el mismo Prado de San Sebastián, el Campo del Club Mercantil cercado por tablas de color rojo y sede del Sevilla Football Club marca ya desde entonces la eterna dicotomía entre verde y rojo, Balompié y Football.
El Campo de las Tablas Verdes de la Enramadilla conocerá dos nuevos Campeonatos de Sevilla (1914, 1915) y será testigo del cambio de denominación del Sevilla Balompié por la de Real Betis Balompié, tras la absorción del Betis Football Club en 1914. Un cambio de denominación que, no obstante, tardará aún más de una década en calar entre los aficionados del club, que hasta los primeros años treinta seguirán siendo “los balompedistas”, los fieles seguidores del “Balompié”.
En 1918 el Ayuntamiento decide urbanizar los terrenos del Prado de San Sebastián para el mejor acomodo de la Feria de Abril -además de estar ya perfilándose la futura Exposición Universal-, y ordena el desahucio del Balompié del “Campo de las Tablas Verdes”. Ante la medida, se solicita la cesión de una parcela en la Huerta del Fraile, junto a la barriada de casas económicas del Real Patronato Obrero, cesión que se aprueba por el Ayuntamiento en Junio de 1918 –sujeta a limitaciones y al abono de arbitrios por uso de vía pública-. El terreno cedido comprende aproximadamente la actual ubicación de las cocheras de Tussam y el Tenis Betis.
Hasta la reforma de 1924 este campo también será conocido como el “Campo de las Tablas Verdes”, por volver a vallarse con maderas de este color, muchas de ellas trasladadas del campo de la Enramadilla para su reutilización. Este periodo de 1918 a 1924 es, probablemente, uno de los más críticos de la historia del club. Gómez Bajuelo recuerda como “los jugadores venían de los tajos con sus canastos directamente al campo a entrenar. No teníamos caseta. Las tablas verdes de la valla se venían abajo con frecuencia en los días de viento y lluvia. Los directivos deambulan su mal humor por las Delicias o los altos del café Madrid, al recibir las bajas de los jugadores. Entonces bastaba enviar una carta al Clubdándose de baja, para aparecer jugando en otro sitio. En algunos partidos de campeonato tuvieron que jugar algunos directivos... Así pasaron unos años y la vida del Club fue languidenciendo, sosteniéndose tenuamente por el esfuerzo de unos hombres beneméritos, que quemaron sus alas en la llama del ideal deportivo...”.
Hasta que llega el año 1924, fecha clave para la supervivencia del Real Betis Balompié y el propio campo del Patronato. La llegada del capitán Ramón Navarro Cáceres opera un cambio vital, asistido de un grupo de fundadores del Balompié que vuelven a tomar las riendas del club en este momento de necesidad: Juan del Castillo, Edmundo Wesolousky, Andrés Hermosa, José Fernández Zúñiga, Diego López, Juan Cascales, Antonio Puig y otros.
En lo que al campo se refiere, Navarro y los veteranos fundadores acometen importantes reformas, retirando las tablas verdes que lo cercaban y sustituyéndolas por unas cercas de fábrica, además de instalar bancos de pista y una caseta central. Para celebrar la reapertura del campo se organizarán amistosos ante dos potentes equipos de la época: la Unió Sportiva Sans y el Español de Barcelona. Ni que decir tiene que desde entonces y hasta 1936 nuestra casa será conocida como el campo del Patronato o del Patronato Obrero, dejando atrás las legendarias tablas verdes.
Con este impulso, y en un contexto mucho menos perjudicial, al instaurarse por fin el derecho de retención de jugadores, el Balompié inicia en el Patronato un camino ascendente que lo llevará a sus primeras participaciones en la Copa de España, la consecución de la Copa de la Federación Sur (Copa “Spencer”) de 1926, el Campeonato de Andalucía de 1928, el recorrido hacia la primera Final de Copa jugada por un equipo andaluz en 1931, la celebración de las Bodas de Plata el 6 de Enero de 1932, el ascenso a Primera División en 1932, el debut en la División de Honor del primer equipo andaluz meses más tarde y, finalmente, el Campeonato de Liga de 1935 que supondrá la culminación de diez años ciertamente felices, vividos en el Campo del Patronato... el mítico Patronato.
Antes de llegar a esos momentos de gloria, el campo del Patronato se verá convertido en un Estadio: En 1928 el legendario Ignacio Sánchez Mejías, entonces Presidente, relanza un proyecto para la reforma de los terrenos del Patronato Obrero. Se mejora el terreno de juego, se levanta una cerca de cemento, se instalan las antiguas tribunas de preferencia en lo que hoy llamaríamos fondo, se levantan las “tribunas de general” con once escalones, y se construye la Tribuna de Preferencia, de catorce escalones de madera con soporte de hierro. En el resto del terreno se instala un campo de entrenamiento y se inicia la construcción del Frontón Betis, de una piscina y varios campos de tenis (lo que a su finalización se convertirá en el Real Club de Tenis Betis). Años más tarde, en 1932, se acometerán obras de ampliación del aforo del campo del Patronato, para aumentarlo de 10.000 localidades a algo más de 12.000.
En paralelo, un nuevo Estadio se levantaba en la ciudad. No deja de ser curioso que 1928 fuese testigo de la construcción simultánea del nuevo Campo del Patronato, del Viejo Nervión –situado donde hoy se levanta el Nervión Plaza, e inaugurado con un partido entre los eternos rivales que finalizó con resultado a favor de los verdiblancos por 1 a 2- y del recinto que acabaría convirtiéndose en nuestro templo: el Estadio de la Exposición, situado en el naciente barrio de Heliópolis y construido con ocasión de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Viajamos ahora a 1936. Un año después de proclamarse Campeón de Liga, el Betis Balompié se ve inmerso no solo en una brutal crisis económica que se salvará gracias a la implicación del beticismo, sino además en la obligación de marcharse del Patronato. Una situación que confluye con el interés del Ayuntamiento Hispalense en la marcha del club verdiblanco al infrautilizado Estadio de la Exposición. Como consecuencia, el 16 de Julio de 1936 los máximos mandatarios municipales y del club proceden a la firma del contrato de arrendamiento del recinto heliopolitano.
Dos días más tarde se escribirá otro de los capítulos de la singular historia bética: en el ABC de Sevilla, página de deportes, un anuncio detalla los precios de los abonos en el nuevo Estadio y la forma de adquirirlos. Ese mismo día, el inicio de la Guerra Civil se lleva por delante la Secretaría del Real Betis Balompié, situada en la esquina de la calle Bilbao: un proyectil dirigido al Gobierno Civil destroza su fachada, puerta y ventanas. Un hecho que no será más que el preludio del desmantelamiento institucional, social y deportivo que sufrirá el club.
Durante tres años, el Betis Balompié sobrevive prácticamente sin jugadores, sin Secretaría... y sin terreno de juego. El Patronato ya había sido levantado y su Estadio de la Exposición es destinado a “necesidades de la guerra”. Convertido en cuartel general del CTV (Corpo di Truppe Volontarie, los “camisas negras” de Mussolini) el terreno de juego se llena de tanques y carros blindados, la pared del gol norte se derriba por completo y en el centro del terreno se levanta un paredón que es utilizado como picadero. Habrá que esperar al 14 de Marzo de 1939 para asistir a la “reapertura del magnífico Estadio de Heliópolis”, saldada con una victoria ante el eterno rival.
Allí, en aquella parcela "al final de La Palmera" -entonces aún sin que la Avenida llevase dicha denominación-, vivirá y crecerá desde entonces un mito llamado Betis. En el ya conocido como Estadio de Heliópolis, oficialmente denominado Estadio Municipal, el Real Betis Balompié habrá de recorrer la más dura travesía del desierto jamás vivida por un Campeón de Liga: el primer descenso de 1940 tras la reanudación de la competición oficial, el efímero ascenso de 1942, la despedida de la División de Honor el 4 de Abril de 1943... división a la que no volveremos hasta 1958...
Durante esos 15 largos años, el Real Betis Balompié forjará, y citamos a Romero Murube como podríamos citar a tantos otros, “una inderrocable moral a prueba de derrotas… pero en vez de adoptar esa inexplicable renunciación que hemos aplicado, para nuestra desgracia, a tantas adversidades –la de subirnos los hombros en vez de subirnos de corazón-, el Betis, tras la hecatombe, arremetía todas las tardes con más entusiasmo hacia la conquista de su gloria”... El Manquepierda, alma, mito y esencia del Real Betis Balompié...
La cuna del manquepierda, el hogar donde el beticismo se encontrará definitivamente a sí mismo, será nuestro Estadio de Heliópolis; sin olvidar, por supuesto, las “marchas verdes” acompañando al equipo. Serán los años de Tercera (1947-1954), en los que desfilarán por nuestro Estadio nombres hoy lejanos: Ferroviaria, Chamberi, Algeciras, Maghreb el Aksa, Tetuan, Baleares, Electromecanicas, Iliturgi, Martos, San Alvaro, San Fernando, Talavera, Utrera, Cacereño, Español de Tetuán, Larache, Manchego, Plus Ultra, Avila, Balompédica Linense, Ceuta, Emeritense, Gimnástica Segoviana, Tomelloso, España de Tanger, Melilla, Ubeda o Valdepeñas, por citar algunos.
De esos largos años de Segunda y Tercera, lo más significativo que podemos reseñar en relación a nuestro templo es, justamente, una catástrofe que se añade a las puramente deportivas: El 29 de Enero de 1948, pocos meses después del descenso a Tercera División, el canal del Tamargillo se desborda tras un fuerte temporal. Heliópolis queda literalmente sepultada bajo las aguas, incluyendo las dependencias y el terreno de juego de nuestro Estadio . Aquel día los documentos que se archivaban en la Secretaría, en los estantes hechos a mano por Antonio Tenorio, se perderán para siempre.
Habrá de llegar 1958 y el ansiado regreso a Primera División para que Heliópolis vuelva a experimentar cambios reseñables: Bajo la presidencia de Villamarín, se construyen las Tribunas de Gol. Al año siguiente, el 6 de Junio de 1959, se inaugura la iluminación eléctrica. El club no solo avanza en lo deportivo: también se moderniza en su gestión y en sus instalaciones.
Pero, sin lugar a dudas, el hecho más significativo de aquellos años tendrá lugar con fecha 12 de Agosto de 1961, cuando el alcalde Mariano Pérez de Ayala y Benito Villamarín firman la escritura de compra venta del Estadio en favor del Real Betis Balompié. Un año antes, el 27 de Agosto de 1960, el Ayuntamiento había aprobado la enajenación del Estadio de titularidad municipal para obtener ingresos en el marco del presupuesto extraordinario de expansión, reforma y mejora de Sevilla. Se señaló un precio de subasta pública de 14.036.550 pesetas, subasta que tuvo lugar el 26 de Noviembre de dicho año, presentándose como única proposición la del club verdiblanco e ingresándose el 11 de Agosto de 1961 la cuantía indicada en la Depositaria Municipal. Al día siguiente, el acto de firma de la escritura en el mismo terreno de juego coincidiendo con un partido ante la Fiorentina, abre una nueva etapa en la historia de club: el Real Betis Balompié se convierte en propietario de su Estadio, adquiriendo el que desde entonces será nuestro principal patrimonio material.
Desde aquel día, y hasta el 1 de Enero de 2000, nuestra casa llevará la denominación de Estadio Benito Villamarín. Allí viviremos la tercera plaza de 1964, el debut en Europa ante el Stade de Reims, los ascensos y descensos desde 1965 a 1975, el camino hacia la Final de 1977, las diez temporadas consecutivas en Primera de 1979 a 1989, las clasificaciones para la UEFA de 1982 y 1984, el subcampeonato de la Copa de la Liga de 1986, temporada del ascenso de 1994, el tercer puesto de 1995, la semifinal del 97 ante el Celta y el cuarto puesto de aquel mismo año...
Allí viviremos el arte de Rogelio y Quino, veremos a Lasa, Ríos y Areta... y a Del Sol, Don Luis... allí descubriremos a Cardeñosa, a Alabanda, a López, a Benítez... allí aclamaremos a Biosca y a Esnaola... allí nos levantaremos con las cabalgadas del Don Rafael Gordillo, con los goles de Calderón y Poli, con Parra... allí cantaremos los goles de Alfonsito, y guardaremos por siempre en nuestro recuerdo a Finidi, a Jarni, a Alexis, a Cañitas... y, por supuesto, a Daucik, Szuza, Iriondo... y Lorenzo Serra Ferrer. Allí cantaremos doce goles ante Malta, pero también gritaremos con la garganta rota aquel “Beeetis” del día del Tenerife... allí, en el Villamarín, viviremos todo eso y muchísimo más.
En esos casi cuarenta años, nuestra casa cambiará enteramente su apariencia, levantándose poco a poco un gran Estadio al final de La Palmera, que llegaría a tener un aforo de 47.500 espectadores (la mitad de ellos de pie): En 1971 se construye el Gol Norte y a continuación el Gol Sur, siendo Presidente Don José Núñez Naranjo. Cuatro años más tarde, en 1975, también durante la Presidencia de Núñez, se levanta la Tribuna de Voladizo. Y, finalmente, en 1982 -con motivo del Mundial- se construyeron las dos primeras gradas de Preferencia (debajo de la Tribuna de Voladizo), la Tribuna de Fondo y las escaleras laterales de acceso a Voladizo. Era entonces Presidente Juan Manuel Mauduit.
Como es de sobras conocido, la mitad del Estadio que en 1982 ya se ubicaba en Heliópolis sigue en pie actualmente: el mítico Gol Sur de los primeros años setenta y la Zona de Preferencia, levantada entre 1975 y 1982. La otra mitad será levantada entre 1997 y 1999, como primera fase de un proyecto que hoy, diez años después de su presentación, sigue inconcluso en más de un 50% -como quiera que no solo debe levantarse Gol Sur y Preferencia, sino además proceder al cubrimiento proyectado-.
Es justamente éste el hasta ahora último capítulo de la construcción de nuestro templo: En la temporada 1997/1998, siendo Presidente Manuel Ruiz de Lopera, se presenta el proyecto para levantar un Estadio completamente nuevo en el solar donde entonces se ubica el Benito Villamarín. El diseño elegido corresponde a D. Antonio González Cordón: es el recordado “platillo volante”, de 3 anillos completos, cubierto y con capacidad para 64.000 espectadores. La firma del encargo del proyecto se realiza el 22 de Octubre de 1997. En el acto, Ruiz de Lopera afirma que "será un estadio totalmente nuevo, tirándose hasta la última piedra del actual".
No entraré en este relato en detalles excesivos sobre los avatares por los que ha pasado este proyecto inacabado, cuyo coste –para que nadie tenga dudas al respecto- ha sido asumido y sigue siéndolo por los béticos peseta a peseta. Y digo que no entraré en detalles porque considero que merecen un capítulo aparte en próximas fechas, para recordar, conocer y entender en profundidad aspectos que han sido, son y van a ser vitales para el beticismo.
Reseñaremos, no obstante, que el 14 de Abril de 1998 se procedió al derribo de Gol Norte y el 17 de Mayo del mismo año al derribo de la Tribuna de Fondo. El derribo de Gol Sur estaba previsto para Mayo de 1999 y el de Preferencia para Mayo de 2000. La colocación de la cubierta se realizaría en el mismo verano de 2000. Ni que decir tiene que las previsiones relativas a Gol Sur, Preferencia y cubierta llevan más de 7 años de retraso.
El 12 de Septiembre de 1998 fueron inauguradas las Gradas Bajas de Gol Norte y Fondo, y el primer anfiteatro de Gol Norte. Posteriormente, el 27 de Septiembre de 1998 se inauguró el primer anfiteatro de Fondo. A partir de ahí los problemas entre Tegasa y Agroman paralizan la construcción, hasta retomarse con Dragados y Construcciones en Febrero de 1999; las previsiones pasan a retrasarse un año, fijándose el derribo de Gol Sur para Mayo de 1999, la construcción del tercer anillo de Gol Norte, Fondo y Gol Sur para Mayo de 2000 y la fase de Preferencia y la cubierta para el verano de 2001.
La primera mitad del Nuevo Estadio fue inaugurada oficialmente el 1 de Enero de 2000, si bien habría que esperar al 13 de Febrero de dicho año para la inaguración del tercer anillo de Gol Norte y Fondo. Desde dicha fecha, nuestro Estadio pasó a tener la denominación oficial de Estadio Manuel Ruiz de Lopera. Actualmente, tiene una capacidad para 55.500 espectadores sentados –incluyendo la zona reservada para aficionados visitantes, popularmente conocida como “la jaula”-.
Ya con esta denominación, desde Enero de 2000, hemos vivido el ascenso de 2001, la clasificación para la UEFA de 2002, el camino hacia la Final de 2005, la clasificación para la previa y para la fase de liguilla de la Liga de Campeones, hemos escuchado el Himno de la Champions y el de nuestro Centenario, y nos hemos emocionado con un llenazo histórico en un amistoso en pleno Agosto y tras una temporada al borde del descenso, un llenazo que solo el beticismo es capaz de conseguir y que pocos sin ser béticos son capaces de explicar.
... Y el futuro...
Nuestro Estadio habrá de verse ultimado en muy breves fechas, de acuerdo con las exigencias del convenio urbanístico firmado con el Ayuntamiento de Sevilla en el año 2004. Hablamos de un Estadio con capacidad para 64.000 espectadores sentados y cubiertos, con 35 metros de altura y dividido en 3 anillos con capacidad cada uno para 20.000 espectadores aproximadamente. Hablamos de un Estadio con vestuarios para 4 equipos, palcos VIP , 46 cabinas para retransmisiones, 2 videomarcadores que irán colgados del anillo central, uno detrás de cada portería. Y, por supuesto, hablamos de un Estadio con una cubierta en la que se emplearán 43 kilómetros de cable de acero formando un gran anillo central y una gran trama central ortogonal cruzada.
Ese es el futuro, el Estadio que nuestros ojos y nuestros corazones habrán de ver levantarse al final de La Palmera en muy poco tiempo, ultimando así el Proyecto presentado en 1997. Ese es el templo, la catedral, en la que el beticismo culminará una travesía iniciada en 1907, y el lugar donde enseñaremos a nuestros hijos y nietos qué es el Betis, para que sepan llevarlo en la travesía de los próximos 100 años. Ese es el lugar donde soñaremos, y a cuya terminación debe estar destinado cada euro que se obtenga con la venta de los terrenos anexos: porque en ese convenio y en los beneficios que con él se obtengan está -que nadie lo dude- la clave del Betis del futuro, del Betis de nuestros hijos y nietos, y de la culminación de nuestro templo.
Estos son nuestros pilares, los pilares de nuestra tierra. Este es el trayecto que hemos recorrido en estos 100 años: Desde el Huerto de La Mariana hasta el futuro platillo volante del final de La Palmera, pasando por Santa Justa, el Prado, el Patronato, el viejo Villamarín y el Villamarín de 1982... Esta es nuestra historia o, si se prefiere, la historia de los lugares donde hemos reido y llorado, donde hemos celebrado victorias y hemos lamentado derrotas, donde hemos abrazado a nuestro padre, a nuestro abuelo, a nuestro hermano, a nuestra hija, a nuestra nieta, donde hemos descubierto lo que era el Betis al ver el campo al salir del vomitorio y donde hemos enseñado lo que el Betis es, devolviendo aquel bautizo iniciático... Este es un relato sobre los lugares donde hemos escuchado sonidos inolvidables en nuestra vida: el "Aupa Betis", el "Viva el Betis", el "Mucho Betis", nuestros Himnos, nuestro canto de "Arriba, arriba", las canciones de Gol Sur, el mítico y eterno Gol Sur... Esta es nuestra historia colectiva que incluye en la misma cientos de miles de historias y relatos individuales, de sentimientos que cada cual guarda en su interior, de vivencias, de pensamientos, de momentos irrepetibles que cada uno, cada una, ha vivido en el Estadio que se levanta al Final de La Palmera, se llame como se llame, sea de la época que sea... algunos incluso pueden hablar de los momentos vividos en el mítico Patronato, o en la Tribuna del Frontón... Esta es la historia de nuestra catedral, del lugar donde nuestra esperanza -que viste de verde- ha construido un lugar para vivir nuestro sentimiento... Y es una historia repartida por toda la ciudad, hasta el punto de que no puedo evitar sentirme feliz cada vez que paso junto al campo de futbol al lado del Gimnasio de Santa Justa, o cerca del cuartel de Eritaña, o frente al Edificio de Endesa en el Prado, o por la Avenida Ramón Carande o la calle Brasil -por la que tanto anduve siendo niño, sin saber que al otro lado de aquella tapia había estado el Estadio de mi Betis-... y, por supuesto, cada vez que paso por La Palmera...
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PD: Volviendo, para terminar, al libro de Ken Follet, he olvidado mencionar que "Los pilares de la Tierra" es además un retrato bastante interesante acerca del feudalismo, aunque prefiero no profundizar en las muchas metáforas que se me ocurren acerca de ese particular. Seguro que el lector puede dejar volar su imaginación en relación a aquellos tiempos. Aunque sí me permitiré dejar un apunte: desconozco si en aquellos tiempos de señores feudales y constructores de catedrales hubo algún dueño del castillo que osase apropiarse del dinero aportado por los fieles para levantar el templo de su fé, destinándolo a sus propios intereses. Supongo que alguno habría. De lo que estoy absolutamente convencido es de que en la actualidad nadie se atrevería a hacerlo: Y no solo por miedo a las voces del pasado, a aquellos que nos han precedido. Sino, principalmente, porque en tal caso estaría jugando con el futuro de nuestros hijos y nietos; y con eso no se juega.
Por supuesto, con esta última reflexión me estoy refiriendo exclusivamente a señores de castillos y constructores de catedrales del medievo. Cualquier parecido con la realidad -efectiva o prevenida- es pura coincidencia.
By Iñigo Vicente -Discóbolo-