Ya está el bético relamiéndose. El equipo se ha colocado en órbita y el atracón de felicidad del pasado sábado en Heliópolis aún no lo ha digerido. Pero queda lo más difícil. Si la fe del equipo es inmensa, su juego sigue sin alimentar sensación alguna. Aunque, la verdad, da la sensación de que ni falta que hace, visto el panorama de enemigos que se ha dibujado a su alrededor.
Podría incluso el Betis ascender en Salamanca y la ilusión por esta cita se ha disparado. Todos los béticos quieren apoyar a su equipo en el Helmántico. Y cuando menos mantenerlo vivo para que el Levante sepa cómo se las gastan últimamente por Heliópolis, cómo se lleva en volandas el designio de once hombres que buscan en la grada su norte.
Pero hay cosas en ese ambiente de euforia difíciles de digerir. Si bien está que el bético no se olvide de la mano que los azota en estos días de rosas, ridículo se antoja que en el pensamiento de más de uno se halle la Plaza Nueva como fin último. En ese lugar se ha festejado hace cinco años una Copa del Rey y ahí mismo le dijo la Sevilla verdiblanca a quien traicionó su confianza que la liberase del inmerecido yugo al que se ve sometida.
Incluso, en esta ciudad que en la misma década celebró dos ascensos, uno del vecino, se ha paseado éste con seis copas, seis. Por ello también, si el Betis lograse el anhelado ascenso no tendría nada que festejar, señal de que por fin reina la ambición en lugar del conformismo. Los tiempos han cambiado y el bético debe guardar todas sus fuerzas para decir: “Lopera, vete ya”. Porque si lo consigue celebrará éxitos de verdad. El primero, su adiós, su marcha, su huida… Da igual cómo se libre el Betis de tan nefando personaje.
http://blogs.grupojoly.com/meridona/
Podría incluso el Betis ascender en Salamanca y la ilusión por esta cita se ha disparado. Todos los béticos quieren apoyar a su equipo en el Helmántico. Y cuando menos mantenerlo vivo para que el Levante sepa cómo se las gastan últimamente por Heliópolis, cómo se lleva en volandas el designio de once hombres que buscan en la grada su norte.
Pero hay cosas en ese ambiente de euforia difíciles de digerir. Si bien está que el bético no se olvide de la mano que los azota en estos días de rosas, ridículo se antoja que en el pensamiento de más de uno se halle la Plaza Nueva como fin último. En ese lugar se ha festejado hace cinco años una Copa del Rey y ahí mismo le dijo la Sevilla verdiblanca a quien traicionó su confianza que la liberase del inmerecido yugo al que se ve sometida.
Incluso, en esta ciudad que en la misma década celebró dos ascensos, uno del vecino, se ha paseado éste con seis copas, seis. Por ello también, si el Betis lograse el anhelado ascenso no tendría nada que festejar, señal de que por fin reina la ambición en lugar del conformismo. Los tiempos han cambiado y el bético debe guardar todas sus fuerzas para decir: “Lopera, vete ya”. Porque si lo consigue celebrará éxitos de verdad. El primero, su adiós, su marcha, su huida… Da igual cómo se libre el Betis de tan nefando personaje.
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