Nunca me gustó la música de Soto, pero hay dos circunstancias por las que este tipo me enganchó; una fue a la salida de un partido del betis, que ni recuerdo, con mi amigo roque y en la que los tres tuvimos una tertulia cargada de amor a unos colores; otra, el repaso que le dio a lopera en el programa de ozeramón.
Hoy, en la peña bética de mi pueblo, de la que se nos marcha nuestro manué, el que tiene a lopera boca-abajo, leyendo la contraportada del correo de Andalucía leo una columna de él en la que me siento completamente identificado:
El Betis respira, está vivo. se agarra a la vida y a la esperanza. En la oscura soledad de su guarida, el viejo zorro se lame las heridas y prepara su venganza. Triste victoria la que sirve para ser arrojada como dardo envenenado contra su propio pueblo. Escondido en su lobera, nuestro lider, gran creyente, ya piensa en su marcha triunfal contra los infieles y se ve en los altares, cual Santiago, cortando cabezas a lomos de su brioso corcel. Triste destino el de los béticos, pues sabemos que cada victoria, aunque nos llene de alegría, supone también una nueva transfusión de sangre para el vampiro que se alimenta de la nuestra.
Por desgracia, el pueblo, que tiende a olvidarlo todo, se olvidará también de los que lucharon por la libertad y se arrimará al sol que más calienta, cansado de un invierno tan oscuro y tan largo. Animemos pues a nuestros soldados y llevémoslos en volanda a la victoria final, aún a sabiendas que cada batalla ganada será, a la postre, una vuelta más de tuerca en la cadena que nos oprime y una llave más que se tira al río, al río Betis de nuestras culpas.
José Manuel Soto
Hoy, en la peña bética de mi pueblo, de la que se nos marcha nuestro manué, el que tiene a lopera boca-abajo, leyendo la contraportada del correo de Andalucía leo una columna de él en la que me siento completamente identificado:
El Betis respira, está vivo. se agarra a la vida y a la esperanza. En la oscura soledad de su guarida, el viejo zorro se lame las heridas y prepara su venganza. Triste victoria la que sirve para ser arrojada como dardo envenenado contra su propio pueblo. Escondido en su lobera, nuestro lider, gran creyente, ya piensa en su marcha triunfal contra los infieles y se ve en los altares, cual Santiago, cortando cabezas a lomos de su brioso corcel. Triste destino el de los béticos, pues sabemos que cada victoria, aunque nos llene de alegría, supone también una nueva transfusión de sangre para el vampiro que se alimenta de la nuestra.
Por desgracia, el pueblo, que tiende a olvidarlo todo, se olvidará también de los que lucharon por la libertad y se arrimará al sol que más calienta, cansado de un invierno tan oscuro y tan largo. Animemos pues a nuestros soldados y llevémoslos en volanda a la victoria final, aún a sabiendas que cada batalla ganada será, a la postre, una vuelta más de tuerca en la cadena que nos oprime y una llave más que se tira al río, al río Betis de nuestras culpas.
José Manuel Soto
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