Cuando el desaparecido alcalde de Sevilla don Ignacio Contreras declaró fiesta oficial esperó a los campeones de Liga de Primera División, allá en el año 1935, yo era un niño; pero jamás podré olvidar aquellos centenares de oyentes que aplaudían sin cesar las noticias de Santander, donde el glorioso club sevillano derrotaba (5-0) al Racing en el último partido de Liga. Era un domingo de abril de nuestro incomparable abril sevillano. Mi madre me llevaba de la mano junto con mi hermana, en aquellos paseos domingueros tan tradicionales por los jardines murillos, donde se consumía juna jarrita de cerveza y se comía pescaito frito del bueno. Entonces los kilos no tenían adornos publicitarios; la cerveza amargaba, porque tenía la suficiente cebada y carecía del gasto publicitario que ahora constituye la merma de calidad. Y el pescaito, naturalmente no había que descongelarlo; venía como decía el “piyayo”, “sacao uno a uno del fondo del mar”.
En efecto, aquel día, aquella tarde llena de gloria para el futbol sevillano y andaluz, nunca podré olvidarlo. Después la guerra, Nuestro Betis fue uno de los equipos que más sufrieron en su gran formación. La mayoría de sus grandes jugadores eran del norte y cada uno estaba en un sitio o tuvieron que exiliarse en Méjico como muestra inolvidable defensa Aredo, Aedo.
Aquí, ya en la postguerra, empieza el declive bético, en el primer campeonato 1939,40 desciende a segunda división, volviendo a subir en la temporada 41,42. Baja otra vez a Segunda en la 43,44, triste año éste para nosotros, y mas triste aún en 1947, cuando pasamos al pozo de la Tercera. Aquí en este triste año, empiezan las adversidades, las zancadillas, los días amargos y tristes para todos, y a su vez el resurgir de nuestra afición, nuestra inimitable afición. El recuerdo de niño lo llevaba en mi alma. Había que resurgir de nuestras propias cenizas, y con sacrificios con lucha sin cuartel y con el corazón por bandera, el foso de la tercera quedó atrás en 1954.
Este ha sido a mi juicio, el más grandioso ascenso que se ha vivido en España. Tuve la dicha, la satisfacción y el honor de entrar en Sevilla, procedente de Valdepeñas, con los jugadores en el autobús. Desde Écija, una caravana impresionante hacia escolta a los campeones. Lagrimas en los ojos de los jugadores, lágrimas de alegría en los directivos, en todos y en especial en aquel inolvidable presidente don Manuel Ruiz, de Coria del Rio, que hizo el milagro con sangre sudor y lágrimas. Le costó su salud, le mermo su economía, pero consiguió para el Betis y sus innumerables seguidores lo que parecía casi imposible de conseguir. Dios lo tenga en su gloria.
Yo ya seguía siempre al Betis. Muchas veces lo hacia con Curro Blanco, de Dos Hermanas en un Lancia negro que tenia. Pocas veces volvía el coche con cristales. Aparte de los ¡Betis Gueno! ¡Viva er Betis! Etcétera, poníamos con pintura blanca “se venden positivos”. Y esos positivos que eran negativos para la economía de un sinfín de kilómetros regionales, que veían con pena cómo ya no pasarían los millares de seguidores gastando sus perras en los famosos “días del club”. Donde iba el Betis provocaba la irritación y, con ella, las despedidas cariñosas. En efecto, aquel ascenso fue el más grande que tuvo el Betis.
El famoso (creo que maravilloso, y aseguro también que modestísimo) “tropezones” años y años con un chiste diario en el diario sevillano de la tarde, me homenajeó con un cuadro en el que aparecía un coche dejando atrás los campos donde el Betis viajaba y se leía:
“Es seguidor del Betis a todas partes y sale de Sanlúcar la Mayor, a verlo aunque sea al Planeta Marte, no hay partido que falte el primer seguidor, el más que nadie, presenció la hazaña de los verdes en su invicta campaña, Antonio merece un monumento para el ejemplo de la afición de España. Que una cosa es chillar en la Palmera y otra a los babilonios cuando se juega fuera. Y esto lo hizo Antonio, en Cádiz en Marruecos y en Utrera, rodeao de demonios, dando siempre su viva entre los “mueras”.
El otro ascenso inolvidable fue el que nos proporcionó don Benito Villamarin Prieto: Recuerdo que en el gran homenaje que se dio en pleno campo de juego, entonces Heliópolis, y al que asistieron todas las autoridades sevillanas, tuve el honor de hablar, iniciando así mi modesta charla: “señor don Benito Villamarin Prieto; nos ha traído usted de su Galicia nativa la férrea e imperturbable voluntad de triunfo. Al llegar usted a Sevilla, dado su carácter celta-español, tenía usted que ser necesariamente “BETICO”.
Aquella noche fue otra de las alegrías más grande de mi dilatada vida tras mi Betis.don Benito, nuestro inolvidable don Benito, inició su labor o mejor dicho, reanudó la labor que haría elevar al Betis al rango de gran club, Campo propio, uno de los éxitos (aún criticado)más grande que tuvo el Betis desde su fundación. Sin esa cruel enfermedad estoy seguro que el Betis no hubiera conocido la Segunda División. Don Benito Villamarin Prieto fue nuestro Cid Campeador con cabalgadura verdiblanca.
Yo personalmente saludo a todos los presidentes que tuvo el club, con o sin acierto. Si hice algo normal, ruego me sepan perdonar. Nunca obré con mala fe. Siempre pensando en el bien del club. Si pude equivocarme, de ahí mi perdón.
Mi sueño, mi ilusión, es ser algún día presidente del Betis. Esto es tan difícil como ser alcalde, pero mi labor, mi autonombramiento de “publi-relations” me hizo feliz. Sufrí mucho; pero me queda la satisfacción de haber tratado, por toda la geografía española, de inculcar el nombre de nuestro histórico y personalísimo Betis y de llevar en mi solapa ese insignia de oro de campeones que sólo tienen Carrasco, Nieto, y Legrá y que a mi me dieron en nombre y representación del Real Betis Balompié, campeón mundial de la simpatía.
Antonio Moguer, uno de los más populares seguidores béticos.
Correo Deportivo 2 de junio 1974
En efecto, aquel día, aquella tarde llena de gloria para el futbol sevillano y andaluz, nunca podré olvidarlo. Después la guerra, Nuestro Betis fue uno de los equipos que más sufrieron en su gran formación. La mayoría de sus grandes jugadores eran del norte y cada uno estaba en un sitio o tuvieron que exiliarse en Méjico como muestra inolvidable defensa Aredo, Aedo.
Aquí, ya en la postguerra, empieza el declive bético, en el primer campeonato 1939,40 desciende a segunda división, volviendo a subir en la temporada 41,42. Baja otra vez a Segunda en la 43,44, triste año éste para nosotros, y mas triste aún en 1947, cuando pasamos al pozo de la Tercera. Aquí en este triste año, empiezan las adversidades, las zancadillas, los días amargos y tristes para todos, y a su vez el resurgir de nuestra afición, nuestra inimitable afición. El recuerdo de niño lo llevaba en mi alma. Había que resurgir de nuestras propias cenizas, y con sacrificios con lucha sin cuartel y con el corazón por bandera, el foso de la tercera quedó atrás en 1954.
Este ha sido a mi juicio, el más grandioso ascenso que se ha vivido en España. Tuve la dicha, la satisfacción y el honor de entrar en Sevilla, procedente de Valdepeñas, con los jugadores en el autobús. Desde Écija, una caravana impresionante hacia escolta a los campeones. Lagrimas en los ojos de los jugadores, lágrimas de alegría en los directivos, en todos y en especial en aquel inolvidable presidente don Manuel Ruiz, de Coria del Rio, que hizo el milagro con sangre sudor y lágrimas. Le costó su salud, le mermo su economía, pero consiguió para el Betis y sus innumerables seguidores lo que parecía casi imposible de conseguir. Dios lo tenga en su gloria.
Yo ya seguía siempre al Betis. Muchas veces lo hacia con Curro Blanco, de Dos Hermanas en un Lancia negro que tenia. Pocas veces volvía el coche con cristales. Aparte de los ¡Betis Gueno! ¡Viva er Betis! Etcétera, poníamos con pintura blanca “se venden positivos”. Y esos positivos que eran negativos para la economía de un sinfín de kilómetros regionales, que veían con pena cómo ya no pasarían los millares de seguidores gastando sus perras en los famosos “días del club”. Donde iba el Betis provocaba la irritación y, con ella, las despedidas cariñosas. En efecto, aquel ascenso fue el más grande que tuvo el Betis.
El famoso (creo que maravilloso, y aseguro también que modestísimo) “tropezones” años y años con un chiste diario en el diario sevillano de la tarde, me homenajeó con un cuadro en el que aparecía un coche dejando atrás los campos donde el Betis viajaba y se leía:
“Es seguidor del Betis a todas partes y sale de Sanlúcar la Mayor, a verlo aunque sea al Planeta Marte, no hay partido que falte el primer seguidor, el más que nadie, presenció la hazaña de los verdes en su invicta campaña, Antonio merece un monumento para el ejemplo de la afición de España. Que una cosa es chillar en la Palmera y otra a los babilonios cuando se juega fuera. Y esto lo hizo Antonio, en Cádiz en Marruecos y en Utrera, rodeao de demonios, dando siempre su viva entre los “mueras”.
El otro ascenso inolvidable fue el que nos proporcionó don Benito Villamarin Prieto: Recuerdo que en el gran homenaje que se dio en pleno campo de juego, entonces Heliópolis, y al que asistieron todas las autoridades sevillanas, tuve el honor de hablar, iniciando así mi modesta charla: “señor don Benito Villamarin Prieto; nos ha traído usted de su Galicia nativa la férrea e imperturbable voluntad de triunfo. Al llegar usted a Sevilla, dado su carácter celta-español, tenía usted que ser necesariamente “BETICO”.
Aquella noche fue otra de las alegrías más grande de mi dilatada vida tras mi Betis.don Benito, nuestro inolvidable don Benito, inició su labor o mejor dicho, reanudó la labor que haría elevar al Betis al rango de gran club, Campo propio, uno de los éxitos (aún criticado)más grande que tuvo el Betis desde su fundación. Sin esa cruel enfermedad estoy seguro que el Betis no hubiera conocido la Segunda División. Don Benito Villamarin Prieto fue nuestro Cid Campeador con cabalgadura verdiblanca.
Yo personalmente saludo a todos los presidentes que tuvo el club, con o sin acierto. Si hice algo normal, ruego me sepan perdonar. Nunca obré con mala fe. Siempre pensando en el bien del club. Si pude equivocarme, de ahí mi perdón.
Mi sueño, mi ilusión, es ser algún día presidente del Betis. Esto es tan difícil como ser alcalde, pero mi labor, mi autonombramiento de “publi-relations” me hizo feliz. Sufrí mucho; pero me queda la satisfacción de haber tratado, por toda la geografía española, de inculcar el nombre de nuestro histórico y personalísimo Betis y de llevar en mi solapa ese insignia de oro de campeones que sólo tienen Carrasco, Nieto, y Legrá y que a mi me dieron en nombre y representación del Real Betis Balompié, campeón mundial de la simpatía.
Antonio Moguer, uno de los más populares seguidores béticos.
Correo Deportivo 2 de junio 1974
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